“No fue un trueno, fueron los goznes de las puertas. Chirriaban, si se puede llamar así, porque nunca antes se habían abierto. Muchos habían ido y venido, pero eran seres con un principio. Las puertas de la eternidad jamás habían sido atravesadas por nadie. Se abrieron lentas, ceremoniosas, aterradas. No se veía apenas nada, pero de algún lugar la Luz apareció. Todos los presentes cerraron los ojos para evitar ser cegados por el fulgor.
Sus rayos poderosos, vivos, giraban sobre sí mismos. De su centro emanaban ondas que, como en las aguas de los lagos al caerles una piedra, se hacían cada vez más grandes hasta alcanzar lo más recóndito del universo. Por unos instantes los átomos vibraron. Eran emanaciones de amor.
En una fracción de segundo la Luz pasó por entre las hojas de las puertas y de nuevo la oscuridad. Tan sólo puntitos de luz de estrellas lejanas y el estruendo de las puertas que se cerraron de nuevo.
La brecha en la eternidad se había vuelto a cerrar. Alguien había entrado al Tiempo y al Espacio.
¿Quién estaría tan loco de someterse a las leyes del tiempo y del espacio? ¿Quién había perdido toda cordura dejando el Santuario?
“Volverá” pensaron muchos de sus habitantes “Habrá ido a recorrer sus territorios”
La estela de fulgor que dejó tenía un destino muy claro y todos se espantaron cuando se dieron cuenta de que la meta era la Tierra; con todo, callaron.
Antes de llegar a la atmósfera, la Luz se fue condensando, compactando, encogiendo, despojándose de su potencia, de su fuerza, de todos sus recursos. Cuando alcanzó el tamaño de un garbanzo traspasó con delicadeza la piel de una jovencita y se instaló en su vientre.
“¿Y ahora qué va a pasar?” se preguntaban.
Un Vigilante de alto rango percibió un hervor de pensamientos.
“Sabíamos que pasaría. ¿De qué os sorprendéis?”
Otro pensamiento le contestó. Provenía de uno de los del grupo.
“Estaba en el Libro, lo sé. Desde hace siglos, según el tiempo de la Tierra; pero ahora no sé cómo reaccionar”
“Es para bien” le pensó el Vigilante
“Sí, pero llorará”
“Así es”
“Tendrá frío, tendrá hambre, se cansará”
“Será hombre”
“Le insultarán, le tenderán trampas, le traicionarán, le dejarán solo, le… “ Este pensamiento emitido se interrumpió y su emisor sintió un frío recorrerle de arriba abajo. Miró al Vigilante a los ojos, conmovido. Éste le devolvió un pensamiento,
“Lo sé, la espada de María: la cruz. Para eso desciende”
“Ellos no se lo merecen”
“Ya sabes cómo es Él”

En la Tierra se había puesto en marcha el proceso. En pocos meses yacería sobre un comedero de animales.

“Sé cómo son, los de la Tierra. Se reirán, le ignorarán, le calumniarán y algunos, sin motivo, usarán su nombre para maldecir. Muchos combatirán su persona y su causa. Otros trabajarán para acallar su mensaje: no merece la pena. No con ellos”

“Calla, mira en el Libro y aprenderás. Hay mucho más que eso, pero por ahora, silencio: es Navidad”

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