Fuimos muy felices en aquel recóndito rincón apartado del resto del mundo. Vivíamos en nuestro propio mundo, ese que tú y yo construimos juntos, solo para nosotros. Nada importaba, solo éramos tú y yo, alejados de la gente en un mundo de fantasía e ilusión, en el que no cabían las penas, en el que derrochábamos a raudales cantidades ingentes de amor y pasión. Sin ruidos que nos molestasen, sin compañías que nos separasen, sin veranos ni inviernos, sin frío, solo calor.
Todavía no comprendo bien los motivos por los que hoy has decidido abandonar nuestro mundo. Mi cerebro no atiende a estúpidas razones ininteligibles para mi corazón de analfabeto, que no entiende más palabras que no sean tú, yo y nosotros. Se ha quedado sin sus palabras, sin conocer otra anatomía que no sea la tuya, sin motivos para seguir bombeando de forma automática minúsculos ríos de sangre acobardada con los que regar a mi cerebro insano.
Ahora me encuentro solo, aquí, guarecido en nuestro rincón, viendo cómo te alejas de mi vida y de nuestro idílico mundo. Te veo atravesar la arena de nuestra playa, ya desierta, con una confianza y un coraje que nunca antes te había conocido. No te reconozco mientras te marchas. No sé bien si esa silueta que localizo ya en la lejanía eres tú o una parte de ti que nunca había conocido hasta ahora. Mientras, yo, cobarde y melancólico, te observo bien escondido tras las murallas del que ayer mismo era nuestro propio mundo, parapetado tras las sombras de un amor que fue y ya nunca más volverá a ser.
Ya no te distingo en la lejanía. En verdad te fuiste y ahora solo me queda replantearme mi vida aquí, en un mundo que ya no es tuyo, ni mío tampoco, porque siempre fue de nosotros. Mi cerebro abotargado ya no puede discernir ni la luz ni la oscuridad, ni siquiera si es hoy, ya es mañana o todavía fue ayer. Ojalá todavía fuera ayer… Mientras, mi corazón resquebrajado y herido, deja de insuflar la poca sangre que enviaba a circular por las venas de este cuerpo ya inerte. Un corazón sano, apasionado, feliz y vivaracho, convertido en simples migajas de melancolía y desamor. ¿Qué voy a hacer ahora que mi corazón pierde sus latidos? Ven y dime, ¿qué voy a hacer ahora sin ti?
Mi alma en pena vagará sin rumbo fijo por nuestro pequeño rincón del mundo. Recorrerá nuestra playa, volverá a morir mil veces recordando tus bellos ojos grises, saciará sus deseos volviendo a todos aquellos lugares en los que nos amamos. Mi cuerpo sin vida queda en nuestro rincón, esperando a que lo encuentren. Pero mi alma seguirá esperando a la tuya en nuestro mundo, anhelante, expectante, deseando revivir.