Hace tiempo que hay cosas en la vida que me enfadan. Pero no tiene ningún sentido que os las cuente a vosotros, porque ni os interesará mucho el tema ni yo obtengo nada con poner mis trapos al sol. Además luego hay buena gente que me manda mensajes: ¿Enrique, estás bien? ¿Puedo ayudarte? Sin embargo, a esas mujeres tan cariñosas debo decirles que no necesito ahora de muchos mimos, que eso debilita el espíritu del guerrero, y que sí, de verdad, efectivamente estoy bien, que no lo duden. No quiero algodón entre la realidad y yo. Tolero bien el roce.

No me pasa nada. Tengo sueño y trabajo. Lo normal. Hay mundos de los que querría alejarme y otros que están apartados de mi vida. Y no quiero complacer a nadie con el tipo de cosas que escribía en años pasados. No es por fastidiar. Sino porque el mundo, quiero decir, el mío, está cambiando.

De pequeño creo haber entendido en algún momento de mi educación la barbaridad de que la felicidad no era lo importante. De joven recuerdo haberme encontrado en una fiesta de colegio mayor universitario, sobre una cama, con una señorita a la que acababa de conocer y, estúpido de mí, le dije un poco  ebrio que era más importante comprender que ser feliz. Evidentemente la señorita se escapó viva en el ultimo segundo. ¿Qué querría yo comprender? Se fue como asustada, yo que pretendía parecerle interesante… ¿No quería yo comprender? Pues comprendí.

Ese fue el joven Brossa de entonces. El joven Brossa de ahora, con más décadas de experiencia en juventud, puede decirlo. Sus objetivos están cubiertos. Tengo la sensación de que ya comprendo el mundo. Y el mundo era simple.

Hay una novela de Millás que se llama “La soledad era esto”. Gran título. “Era esto”. Nuestra magnífica e insuperable lengua española usa el tiempo pretérito en este caso, no para indicar una acción del pasado, sino para relacionarlo con una expectativa generada en el pasado, desaparecida o no. Era esto. El mundo era esto. Y sigue siéndolo, pero yo creía que era otra cosa -sigo usando el pasado-, pero solo era “esto”. Es como si llegas a la capital de un país exótico que esperas y deseas que te apasione, y luego resulta que hay un par de zocos mugrientos, y poco más. Resulta que “esto” era todo..

El mundo es simple. Es un montón de apariencias de cosas que no son como al principio creíamos que “eran”, pero que no tienen mucho misterio tampoco. Cuanto más simple seas, mejor adaptado estarás para la vida.

A esa chica que se escapó corriendo en el último minuto por culpa de mi momento de falsa lucidez alcohólica, aunque no pueda recordar ni su nombre ni su cara, ni ella a mí seguramente, quiero decirle que tenía razón. Que querer comprender es de gente rara. Y que no te lleva muy lejos, Sin embargo, no tengo arreglo. Ahora querría ser feliz, Pero no quiero ser feliz para ser feliz, sino para descubrir otra manera de vivir y de pensar. Un camino distinto. Un nuevo misterio que desentrañar.

De verdad te lo digo, no te molestes. No me aconsejes nada hoy. Además, salgo ahora y me voy a buscar dónde comprar tabaco a estas horas.