Nunca he escrito una historia de terror. Voy a probar:

Historia de Terror y paraguas

Hoy he estado a punto de correr dos o tres kilómetros alrededor de mi casa para ventilar mi cerebro. También se me ha ocurrido pedalear unos 30 minutos. Otra posibilidad era hacer gimnasia. Y también he pensado en matarte clavándote la punta de un paraguas en el estómago. Pero ni tengo el paraguas adecuado ni sé cómo encontrarte en alguna calle oscura. He sentido pereza al imaginarme preparando el paraguas afilado, vigilando, siguiéndote con las suelas frías sobre la acera, atisbando posibles consecuencias, previendo errores… Mucho lío. Tiene que haber una manera más cómoda de despejar mi mente. Si pongo demasiado esfuerzo en algo, puede que al final no valga la pena.
Es gracioso: otra posibilidad es usar un cuchillo y dejarme de paraguas. ¡Qué tonterías! Parece un capricho infantil. Sin embargo estoy seguro de que no sería lo mismo. A cuchillo ni me apetece. Hay en un paraguas clásico de caballero un regusto a algo noble, en el sentido elitista de la palabra; a cierto refinamiento, un punto antiguo o viejo; a elegancia; a deseos turbios; a pasado oscuro; a televisión en blanco y negro y a Narciso Ibáñez Serrador. Sería como hacerle un homenaje.
Quizá retome el proyecto del paraguas y lo pruebe en el cuello de alguien, o en el ojo o el vientre. Ahora lo mejor es que utilice las mancuernas. Eso me hará sentir bien, o sentirme mejor, sería más certero decirlo así, porque bien ya estoy, y subiendo y bajando las pesas me olvidaré de matarte. Puede parecer más higiénico para la mente y menos antisocial, pero al mismo tiempo es una pena. Todos los deseos deberían ser realizados. Pero bueno, ya digo que nunca se sabe. La boca se me hace agua al pensarlo. Vaya, quizás se deba a que es la hora de cenar, pero esta noche me siento depredador. Me imagino devorando tus brazos calientes como barras de pan recién hechas. Puedo verme sonreír al mismo tiempo. Qué placer. No se trata de hartarse de carne. Romperte y despedazarte es lo que me produce hambre.

Definitivamente: voy a ir a una tienda de artículos de pesca. Allí quizás encuentre algo bien agudo con lo que pescar. Arponearte la cara o los lomos podría estar bien. ¡Da igual que no sea con un paraguas, seamos razonables!