Qué fácil es nadar siempre a favor de la corriente,

navegar con el viento en popa.

Qué fácil coger siempre el camino más transitado,

circular por una carretera sin curvas.

Qué fácil es pensar lo mismo que la mayoría,

no plantearse otra forma de hacer las cosas.

Qué fácil ser crítico y revolucionario,

estár camuflado entre la muchedumbre.

Qué fácil que otros decidan por ti,

hablen por ti,

actúen y piensen por ti.

Qué fácil sentirse protegido por la manada,

formar parte de ella.

Qué fácil no tener que pelearse nunca,

luchar por aquello que es justo,

aunque seas el único que así lo piensa.

Qué fácil escribir lo que te dictan,

leer lo que te sugieren

y hablar lo que te han escrito.

Qué fácil ser valiente cuando nunca estás solo.

Qué fácil seguir consignas,

no tener que crear y defender tu propio criterio.

Qué fácil no mojarse si nunca cruzas un río,

si estás siempre debajo de un paraguas.

Qué fácil no zozobrar si siempre estás

al abrigo de vientos y tempestades.

Qué fácil no tener dudas

cuando nunca te preguntas nada.

Qué fácil ser oveja blanca

o un bonito cisne.

Qué fácil es decir: “levántate”

cuando nunca te has caído .

¡Qué fácil…!