La gente es valiente. Sí, sí, sí, es muy audaz, muy atrevida, y eso es una gran virtud.  Por ejemplo: se ponen a escribir novelas de épocas pretéritas con gran facilidad. Y hasta series de televisión de reyes medievales  o renacentistas. ¿Os hacéis a la idea de la gran cantidad de palabras y expresiones a las que habría que renunciar al escribir algo dramático sobre épocas pasadas? El otro día en una serie de televisión ambientada en el siglo XVI un noble le decía a otro.

-No he venido aquí a que me expliques tus problemas laborales.

¡Por dios! Esta ironía, muy de estilo americano actual, ya me cuesta pasarla. Pero los problemas laborales… ¿Existía en el siglo XVI el concepto de “problemas laborales”? Yo afirmo que es un disparate. Sin embargo alguno escritores creen que para escribir sobre la poca de Marco Polo basta con cuidar de  que no se te escape mencionar la televisión, el whatsup y poco más.

También he empezado a leer un libro de una periodista famosa a la que no conozco personalmente pero a quien respeto mucho. Ha escrito una novela de historias mucho más antiguas todavía, llamémoslas “paleocristianas”, por decir algo. Siento mucho haber leído su decepcionante texto, porque además de haberse centrado más en la forma que en el ritmo, está lleno de disparates en términos como “arsenal de exorcismos”. ¿La palabra arsenal es adecuada por su significado y pega en esa época? ¿De cuándo fueron los primeros exorcismos? Digo esto porque me acuerdo, pero su libro está plagado de miles de anacronismos peores.

La palabra arsenal es un lugar donde se construyen embarcaciones. Viene del italiano, arsenale, y a su vez entra en Italia por el árabe: dar as  sina´a que significa casa donde se construye. Palabras como dársena y atarazana vienen también de aquí. En el siglo XVI los italianos tomaron muchos conocimientos de los árabes y empzaron a llamar así a sus muelles, donde no solo se reparaban barcos sino que se guardaban armas y municiones. Por eso, a medida que avanzaron los siglos, se empleó más la palabra arsenal en el sentido de “almacén” de armamento. Por tanto, si yo empleo esa palabra en una historia anterior al XVI con el sentido de acumulación, de cantidad, de almacén… es totalmente inapropiado. Y además el término no existía aún ni en el territorio que hoy llamamos España ni en el de Italia.

¿Tanto hay que saber para poder escribir una historia de épocas pasadas?

Woody Allen se preguntó un buen día. ¿Es necesario que el sexo sea sucio? Y se respondió: no, en absoluto. El sexo solo debe ser sucio cuando se hace bien.

Digamos como Woody, que para “hacerlo bien”, y ahora me refiero a escribir novelas de época, habría que saberlo todo sobre los tiempos de las que hablas.  Ahora bien, bodrios de novelas históricas hay a patadas y sus escritores me imagino que lo habrán pasado bien al hacerlas. Yo diría que al menos habría que tener intuición. Yo cuando leo según que cosas, algo me produce eso que llamamos “dar de entera”, y se me pone la piel de gallina. Luego lo estudio y comprendo exactamente por qué. Cuando digo lo estudio, quiero decir que hago una mínima investigación con el señor Google y la señora Wikipedia, la RAE y alguna otra cosa. Está a tu alcance, lector. Pero claro, hace falta que al oír hablar de arsenales antes del siglo IX tengas esa primera  intuición, que al menos algo te chirríe, como si estuvieras con el dentista aplicándote la sierra en los premolares.

Porque que estas cosas son como decir:  vuesa merced debiera currárselo un pelín más.

Y este es el ruego que le hago yo a mi ex admirada periodista.

Naturalmente sé que muchas personas que lean esto dirán: ¿y quién se fija en esas cosas? ¡Qué más dará eso!

Repito: vuesa merced debiera currárselo más.

Photo by Kevin Hutchinson