Los primeros rayos de sol han entrado por la ventana, mi habitación se ha llenado con tu amor. Tu sonrisa no tiene rival, es más hermosa que un Arco Iris, es la radiante sonrisa de mi padre. Vamos a pasear por el campo una vez más, escucharemos a los pájaros cantar y tú me hablarás de las distintas especies.

Los jilgueros entonan sus melodías, los gorriones están alegres, han visto tu mano cogiendo la mía. Tú los miras a ellos lleno de felicidad, yo te miro a ti con admiración. Esos años han dibujado en mi corazón un hogar cálido. Caminar con mi padre, caminar sin preocupación, él mantiene lejos el miedo y la tristeza. Tus dedos son largos y fuertes, hermosos como diez teclas de un piano, sus notas me hacen llegar tu amor.

Cada arruga de tu rostro es una señal distintiva muy bella, tu cabello abundante y espeso te hace el más atractivo de los hombres. Nos sentamos en la cabaña que acabamos de construir, y mientras miras por la ventana te oigo respirar, en ese momento me embarga una inmensa paz. Tú eres el mejor padre que pude tener, mis grandes momentos los tuve estando a tu lado.

En el río los pájaros están bebiendo agua, mientras yo bebo del cariño que de ti me salpica. Sueños tranquilos en mi niñez, las tormentas están alejadas, solo te miro y soy feliz. Te llego tan solo por la cintura, mi padre es un verdadero gigante, sus hazañas realizó sin perder los rayos de su sonrisa.

Observo tu forma de caminar, con gracia, con elegancia, de grande quiero ser como tú. De esos días ha quedado un fuego en mi corazón, que me calienta y siempre me abriga. No me dejaste una fortuna, sembraste en mí tus ganas de vivir. Es tu sangre la que corre por mis venas, cada gota me dice que me quieres. Sabes muy bien que yo también te quiero, y en tu ausencia pienso en ti.

Tu imagen está grabada dentro de mí de forma imborrable, las olas del tiempo la vuelven cada vez más clara. Todos los días el sol de tu sonrisa asoma por mi ventana, me abrigas y me alientas con la fuerza de tus dulces recuerdos. Yo sé que algún día jilgueros y gorriones han de volar, escapar de sus jaulas a otro lugar.

Ahora puedes escuchar el canto de los pájaros sin las limitaciones del tiempo, y como solías, enseñarles a entonar. Ahora puedes caminar y tumbarte sobre el verde césped de los interminables campos. Espérame, sin duda nos volveremos a encontrar.

Volveremos a caminar, disfrutando a cada paso, con todo el tiempo del mundo. Tú sonreirás y yo sonreiré, y a los dos nos iluminará el mismo sol. Mis maletas están siempre a punto, estoy preparado para cuando se abra mi jaula, y volar junto a ti. Entretanto a la sombra de tus gratos recuerdos viviré cobijado del calor, como el gorrión en su tierno nido.

Juanjo Conejo

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