Avaricia, malicia, soberbia, inteligencia; cuatro palabras clásicas que definían a la chica astuta. Una joven con clase, pero también con mucha locura. Los sábados eran sus fechas de aventuras interesantes para encontrar cosas entretenidas. Al llegar a los bares, comenzaba a deslizar su belleza para obtener todas las miradas de los idiotas. Mientras los idiotas derramaban baba, ella seguía buscando a su elegido. Ignoraba a aquellos que se comportaban como huevones, esos que insistían en seducirla y que terminaban siendo mandados al carajo por ella. Finalmente encuentra a su elegido. Un hombre de pocas palabras, pero de gran carácter. Comienzan a bailar sensualmente mientras sus miradas se cruzan, dando indicios de querer a ir a un hotel. Salen del bar con dirección al hospedaje para algo más. Llegan al cuarto para realizar el acto sexual de manera apasionada y excitante. Al terminar, la astuta le propone una cita para conocerse más, pero él le dice que esto ha sido su cita. La astuta se queda en shock, ya que nunca un hombre en su vida le había negado una salida. Molesta, le tira una bofetada y le pidió rabiosamente que se marche de la habitación. El elegido le dice que a veces no siempre se ganan premios, sino que también se pierden. La astuta se queda en un silencio incomodo, donde reflexiona lo mencionado por el elegido. Al abandonar el hotel, se promete alejarse de su mundo y comenzar a pensar mucho más ella. Después de todo, ya había ganado varias batallas y esta solo fue su primera derrota. Derrotada pero siempre orgullosa.