Soneto de la mordida.
Una suave mordida no es pecado
cuando se clava en nuestra carne el diente
que acompaña el jadeo intermitente
de un ay tremendo, fiero y desalmado.

Una mordida húmeda y constante
puede ser el pasaje al desconcierto
si la lengua aparece en el concierto
de unos dientes guerreros del instante.

¿Será tu piel sensible a mi estampida?
¿Mi mordida será prisión que asusta?
¿Resistirá tu piel tiernos dolores?

Yo te aseguro, amor, que mi mordida
será en tu carne ese dolor que gusta
y grabará en tu piel fieles amores.
El Guajiro Cubano.