Lo difícil es salir del agujero.

Mirarte en el espejo y explicarle al reflejo

que todo se acabó.

Que ya no te esperará a la salida del teatro

ni en ningún lugar

y que ya no sonreirás al escuchar su nombre.

Lo difícil es arrancar las hojas de ese libro que ha llegado a su fin,

que has sabido cómo acaba demasiado pronto

y solo has tenido la miel en los labios.

Que se acabó.

Que ya es tarde.

Se terminó y nadie sabe por qué.

Has hablado con la Luna y no tiene ni idea de por qué el imbécil del Sol dejó de darte calor.

Lo difícil es disfrutar de diez minutos de sábado en pleno día de diario

y, para ti, todos los días son lunes.

Pero sin darte cuenta, todo cambia.

Eres joven, inteligente, guapa…,

bueno, lo de guapa me lo ahorro porque tú vales más que eso.

Ahora te das cuenta de que desde ese agujero puedes ver el cielo,

puedes rozar las estrellas con la punta de la lengua

e incluso saltar de amapola en amapola por un valle inundado de rojo.

Ahora recuerdas lo que decía tu abuelo.

Las rosas nunca morirán, son inmarcesibles y siempre se hacen más fuertes en primavera.

Ahora merece la pena bajar a por el pan,

saludar a la vecina que siempre te ignora y salir a correr.

Ahora todo significa algo.

Ahora, vuelve a mirarte en el espejo

y dile a tu reflejo que todo lo que has pasado ha sido una mierda de ensayo,

que ahora viene lo bueno.

Que a la salida del cine o del teatro hay hombres,

pero que ninguno te merece.

Dile al espejo que miente, que nunca es tarde,

dile que sí, que terminó, pero que menuda bendición.

Dile que ahora el tiempo es tuyo.

Que se puede parar a pesar de lo que digan los locos de los físicos.

Dile que las casadas son infelices y tú puedes hacer lo que te dé la gana.

Dile que te gustas.

Que siempre te has gustado.

Que te maquillas para ti y para nadie más.

Dile que tus vaqueros no los cambias por nada,

que los tacones son de princesas y tú eres republicana.

Disfruta de tus arrugas, de tu ilusión,

de cómo ha cambiado tu cuerpo y de lo que sentirás.

Que puedes vivir sin sexo,

pero que cualquier noche, en cualquier bar, cualquiera se te acercará, y entonces les dirás, que ni hablar.

Que vales demasiado para una noche.

Créetelo y ahora rompe el espejo,

no vuelvas a mirarlo.

Pero, antes, dile de mi parte que él también puede creérselo.

 

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