Como reconciliar un paisaje con luna
donde la ventana era el marco preciso,
con aquel recuerdo de farola y esquina
que era el sosiego al final de cada día;
si el primero no logra despedir la noche
sin que te quedes para siempre conmigo
y el segundo regresa por su fuero de memoria.
¿Porqué compite el recuerdo con el aquí y ahora?
si permanece el balance in crescendo
a favor de las más impensadas utopías
y acicatea la bienquerida manía de reinventarse
de la manera más precisa y descarnada
a pesar de los horizontes turbios y convulsos
imaginándote indefectiblemente a mi lado
para vencer de manera decidida y por siempre al olvido.
Que ingrata tarea tiene el corazón del insomne
de buscar en los casilleros del alma un verso sin par
resguardado para la musa que pervive en el mito,
un afán sin vértigo y apacible, de abandono sin duda
como orilla de las aguas de un río que te extraña
cura que te abraza y mece hasta conciliar el sueño en paz
resquicio de solaz sin gravedades, perenne como el ojalá
que el deseo alimentó entre lluvias y tempestades
sin importar que no estés en la ventana y desnuda
y que la remota luz mortecina del farol se apague
cuando el alba niña traiga la menuda luz del sol
y sea la luna renacida la que amanezca a mi lado.