Siguiendo tu huella, te escribo
panfletos que crecen ambiguos,
entre cardos florezco, de antiguo
bajo mi suela, espinas y vidrios.
Un dolor que fustiga mis libros,
un ladrido que vulnera el hastío,
el sol se desvela y tirita de frío,
viene la luna buscando postigo
con abrazos insomnes de abrigo.
Y un remanso en tu vientre baldío.

Escribo un verso… Luego existo,
en su luz que renace contigo,
como hogaza de pan de tu trigo
es aliento que llena el vacío.
Sin lucidez en este verso impío
mi abrazo te busca de abrigo…
Y en tu cielo se azoga el estío.
Van y vienen los sueños perdidos,
clandestinos habitando el olvido
inmersos en el duelo de mi desvarío.

La luna que duerme en el río,
es el fuego que prende tu sino.
Y en la margen de los desatinos
un latido que crece con brío.
Calientan las nieves del frío,
las piedras que cantan, y escribo
con un corazón en derribo,
una copla marchita de hastío.
Se inflama el orgullo contigo…
Mi verso te encuentra, y pervivo.

Los despojos se avivan si vivo,
afilan su voluntad de caídos.
A la luz de tu cuerpo respiro
ante el más soterrado vacío,
este nadar subterráneo
es mi nadir posesivo.
Y refulge en lo alto del vuelo
tu cenit que sepulta el hastío,
te creces de cero hasta el cielo
cada vez que te amo y te habito,
cada vez que mi verso y su celo
se anidan en tu más cálido hito.

Cada vez que en tu cuerpo me desvelo,
cada vez que en tus besos resucito,
cada vez que el silencio del proscrito
prende lumbre a los leños de mi celo.

Tu cuerpo es una geografía sin recelos
un paisaje memorable del recuerdo
un referente inmutable del silencio
un regalo sustraído de otro tiempo.

Escribo entre explosiones de memoria
acechando palabras que seducen,
me devoran los latidos y reducen…
al naufragio innegable de tus glorias.

Detengo la marcha marchita del perdido
apurado, condeno el tiempo expedito,
desterrado maldigo el exilio maldito;
y pernocto, al pie de monumentos al olvido.
A la carencia de apegos me remito
en esta atroz mendicidad sin respiro.
Hallo un refugio del fuego encendido
cada vez que en el vientre te escribo.
Y bendigo la palabra sustraída del vacío
cada vez que en tus besos resucito.

En la esencia más honda te concibo,
ahí donde el verbo hace cita
en la presencia más clara de tu cuerpo,
donde el silencio habla entre suspiros
y la palabra moribunda resucita.
Se replantea la poesía en su retiro
ante tus caminos inminentes que me incitan,
el deseo se libera y vuela,
sin el miedo insomne que nos puebla
ni la feroz soledad que nos marchita.
Nos divorcia de la forma,
se sustrae de la rima,
palmo a palmo te conforma
beso a beso se reanima.

Cada verso es una ofrenda,
cada grito una osadía,
un germen de palabras
que se enhebran y te habitan.

Los besos sin artilugios encienden,
la poesía gravita sobre el cielo
las palabras se marchitan si no entienden
que el dolor, necesita de consuelo.
Y el amor que palpita desde siempre
se derrumba en el vacío sin sosiego.

 

¡Voy a mandar a todos los escritores a la porra!