Esa esperanza que convocan las palabras
sabiéndote destino infalible y luminoso
Esa necesidad innegable de ebriedad en tu alegría
y de tu renuncia a la desilusión amarga.
Ese deseo de lucidez en la desolación
para que el desamparo sobreviva a los escombros
cogido de tu talle y mirándote a los ojos.
Esa tu inteligencia inmemorial recogida en la calle
filosofía callejera que mitificó la libertad
engendró sueños y provocó que maduraran los versos.
Esa comunión con el ayer y sus paraísos perdidos
que blindó al corazón contra los desalientos
que traen el descompromiso y la cultura de las apariencias
Esa razón agreste y sin cortapisas
de sembrar horizontes no virtuales acunando a la luna,
tangibles como la dulce agonía de tu ausencia.
La dolorosa razón de creer en la mortalidad
y la negación inamovible de renunciar a ser carga,
a no ampararse en los insondables abismos del mito
o en el cinismo del capital hipotético como patética hipoteca del futuro
y sus complicados trabalenguas de desánimo
asegurando que seremos más felices en el consumismo…que haciendo el amor
y abordar este periplo con más precaución que con entusiasmo
es invocación que ofende al instinto y provoca marasmo a la razón
torpe entuerto de rendir culto al último círculo de los infiernos.