Una niebla espesa envolvía
el paisaje sediento y resquebrajado de mi alma,
La esfera solar añoraba el brillo de otros tiempos
y un cielo gris, su azul calmo.
Los árboles se ondulaban con el viento
al igual que mi nostalgia.
Entonces apareciste tú
y las estrellas cimbreantes
comenzaron de nuevo
a danzar nuestro tango de cada noche.
Bebí del agua que tú me diste
y volvió la mujer que siempre fui,
aunque llevara mil años sepultada
bajo la costra de la indiferencia.
A fuerza de pasión
conseguiste arrinconar mi soledad:
donde fue olvido triunfó el amor.