Todos sabían que don Arturo tenía verdadera pasión por Marilyn y que le hubiera concedido cualquier capricho, por estrafalario que fuera. Pronto llegó el primer parto de Marilyn y el doctor comenzó a poner mala cara, haciendo ver a las claras que aquello no iba bien. En un momento determinado y haciéndole un aparte a don Arturo, le peguntó, si se daba el caso a quién debía salvar, si a la madre o al neonato. Don Arturo estaba a punto de contestar que por supuesto a la madre, pero en aquel momento sus ojos se toparon con una implorante mirada de Marilyn, por lo que le dijo al doctor que hiciera lo posible por salvar a ambos. No sin grandes esfuerzos el parto, finalmente se produjo y todos excepto Marilyn, que parecía dichosa por haber dado a don Arturo el hijo que siempre deseó, vieron con espanto como en lugar de un potrillo nacía un centauro con la carita clavada a la de don Arturo.