La bestia se agazapa buscando almas; almas oscuras, almas blancas.
Las quiere saborear mientras te quita el aliento y te succiona vivo.
Devorando tus entrañas cuando aún respiras.
Arrancando tu corazón batiente y mostrándotelo.
Porque no te va a dejar morir hasta que lo haya hecho centenas de veces.
Al terminar contigo buscará otras almas; almas oscuras, almas blancas.

Los autos pasan dejando un eco de olas; el sonido en la costa se parece uno de otro, no distingo si son olas o vehículos, la curva que lo genera sigue estando ahí. Imagino a dónde irán, busco inspiración para mi próximo relato, nada fluye, tal vez lo deje por hoy, o planee un relato tenebroso, uno que dé miedo y no te deje dormir. Pienso que algún día lo voy a escribir. Me rindo, regreso a mi casa y duermo.
Hay algo bajo mi cama, ahora lo siento respirar en mi nuca, sus manos heladas no me dejan mover; exhala un aliento podrido, una baba cae sobre mi mejilla. “¡¡Qué bien hueles!!” –dice la presencia. Cierro más mis ojos y lloriqueo sin poder gritar de horror, porque mi boca no se mueve y la criatura me acorrala.
En la cama a mi lado, mi hermana menor duerme sin notarlo. Prefiero que la bestia me tome a mí antes que ser testigo del acto.
Tira de mis cobijas hacia atrás, helándome el cuerpo al instante. Se tira sobre mí y clava sus dientes en mi brazo, una electrizante punzada lo recorre y ahora una púa mayor succiona mi sangre. Histérica de horror comienzo a temblar con todo mi cuerpo; mis ojos están bien abiertos, me es imposible cerrarlos, en un segundo acerca su rostro al mío, quedaron petrificados con los suyos. Tiene la apariencia más fea que hubiera podido imaginar; cuencas vacías y ojeras… más bien agujeros, piojos y cucarachas recorren su cuerpo como si de ropa se tratara. Se aparta y puedo moverme, es un alivio pasajero, porque atraviesa mi pecho con su garra y arranca mi corazón.
Me consume en vida, y desgarra mil veces.