Muchas personas piensan que un compás de espera es irrelevante, pero en ocasiones, soy lo más importante en una historia.
Así sucedió, cuando se percató de mi existencia, pensó que yo sería solo un paréntesis en su vida. Así hubiera sido, de no ser porque me fui anidando muy dentro de él. Al principio, ni yo misma pensé que fuere algo serio. Me aparecía de vez en cuando, como si fuera una casualidad, pero dentro de mí, la idea comenzó a hacerse irresistible: Yo sería el ingrediente que daría calor y color a su vida, ¡Su musa inspiradora!
Después de ese primer encuentro la visión de su vida cambió; los paisajes ya no eran iguales, su percepción del entorno y las personas se diversificó. Todo mutaba ante sus ojos de un instante a otro vertiginosamente.
A partir de que me descubrió, su existencia se convirtió en un mundo de ensueño que sólo él percibía. Un buen día tomó su paleta y comenzó a plasmarlo en los lienzos.
Sin embargo, su obra fue incomprensible para quienes la observaron, por ser diferente a todo lo que hacían los demás pintores. Solo yo, que contemplaba ésta con el mismo amor que ambos nos profesábamos, comprendí su genialidad. Un día le pedí al oído que me regalara un autorretrato único y diferente a todo lo que había hecho. Así lo hizo, para lograrlo se arrancó una oreja. Entonces lo encerraron, pero yo, fui con él y nunca más lo dejé. Esquizofrenia me llamaron.