Hay un dolor, el del alma, que nunca se va, sólo se supera.
Éste finalmente pasa y un día te das cuenta que has vuelto a empezar.
La vida puede llegar a ser como una fría espera bajo la marquesina del autobús.

Si por cualquier circunstancia alguien te abriga y no vuelve a la mañana siguiente, tendrás que volver a empezar y fortalecerte de nuevo.
Así es el dolor del alma: caliente, intenso, como un trago de ron en una tormenta de nieve.
Ya llega mi autobús.