Si digo que en Desafíos Literarios estamos presentando las entrevistas más interesantes del mundo de las letras en español, es normal que alguien piense que es una afirmación excesiva, casi irrespetuosa con el lector y con los otros medios. Bien, vale, pues no lo digo, no voy a decir que nuestras entrevistas sean las más interesantes del mundo. Lo que sí que voy a decir es algo muy concreto y una realidad muy simple: Este Domingo tenemos aquí, en “Desafíos” a Víctor del Árbol.

Víctor del Árbol parte desde donde muchos no llegan, con una prosa contundente y característica, pese a ser austero en recursos literarios. Maneja escenas con gran habilidad, y sospecho que es un escritor bastante organizado que remacha perfectamente cada punto que ha de clavar para lograr que, una vez armadas, sus novelas se sostengan tan bien, capítulo a capítulo. Siento cierto pudor de ponerme a elogiar a alguien que viene obteniendo éxito tras éxito y que es además el ganador de uno de los premios mejor valorados y más inclinados ante todo por una idea de calidad literaria, antes que por la vertiente comercial, aunque también. Nada menos que el Nadal.

Víctor, recibe nuestro agradecimiento, por ocupar un hueco importante en nuestras letras y por haberte entregado con tanto interés y generosidad a nuestro cuestionario.

Gracias al equipo de Desafíos Literarios, especialmente a Mara Marley y a Meco JC.

Fotografía © Ana Portnoy

 

Teniendo en cuenta que durante muchos años has tenido un trabajo seguro, emocionante sin duda, pero convencional… ¿Te costó mucho dejarlo todo para dedicarte a lo que seguramente es tu pasión?

—Fue una decisión que se fraguó lentamente, durante años. A veces sabemos lo que queremos pero nos falta valor para atrevernos a cogerlo. Creo que sin la ayuda de mi compañera de entonces, Lola, no habría sido capaz de hacerlo. No era feliz, me debatía, pero no me decidía (cargas, hipotecas, miedo al fracaso…) hasta que ocurrió algo en nuestra familia, la muerte de su madre. Como cantaba Víctor Jara, la vida son cinco minutos. Decidí que ya había perdido demasiado tiempo y aquí estoy.

—¿Qué les dirías a todas esas personas con trabajos estables y aburridos, pero que pagan las facturas, que no se atreven a perseguir su sueño por miedo a un futuro incierto como escritor? ¿Se puede vivir de la escritura?

—Les diría que sopesen sus posibilidades, pero sobre todo que ponderen hasta qué punto el arrebato de la escritura es lo más importante para ellos. No es fácil ganarse la vida escribiendo en este país, y lo que es peor (o mejor, según se mire) es que nunca se está seguro de haber llegado a ese estado de gracia que te permite ser un escritor reconocido y valorado. En la mayoría de los casos eso no sucederá, y aunque suceda nadie te garantizará que llegues para quedarte. Vivir con una elección tan radical no admite excusas ni auto justificaciones. Tendrán que aceptar que en adelante la fragilidad, la duda y la falta de seguridades materiales les acompañará siempre. Si aún así siguen pensando que vale la pena, adelante y a por todas. Cada pequeño triunfo, cada día en esa lucha valdrá la pena por otros tantos pasados como testigo de la propia vida.

—Has sido mucho tiempo policía. ¿Te ha ayudado esa profesión para crear personajes malignos? ¿Te ha ayudado para recrear esos crímenes tan horrendos que suelen aparecer en tus novelas?

—No hace falta ser policía para ver ciertos aspectos de nuestra naturaleza. Basta con bajar de la atalaya, ver y escuchar a nuestros semejantes, hacer propio tanto dolor que recorre el mundo. Nuestro mundo, el que nosotros hemos creado. Somos nuestros dioses y nuestros demonios, creamos nuestros paraísos y nuestros infiernos. Yo me hice policía porque crecí en un entorno injusto, desigual, complejo y difícil. Quería dejar de ser una víctima, quería matar a los dragones. No maté a ningún dragón, pero los vi de cerca y logré al menos que ellos no me mataran a mí. Ha sido una experiencia de vida que está en mis novelas, desde luego.

—En alguna parte he leído que no te gusta que te clasifiquen como un autor de novela negra porque tus textos y personajes son muy diversos … ¿Cómo te definirías como escritor?

—No me defino como escritor, dejo que mis libros hablen por mí, que cada lector o lectora se forme su propio criterio. Mi ambición ha sido escapar de la mimesis, crear un mundo y una voz propia y reconocible. No tengo miedo a la oscuridad y busco luz ahí abajo, intento dibujar espejos con las palabras donde podemos vernos tal y cómo somos, desnudos, sin excusas. Ángeles caídos en busca de lo que fuimos. Soy autor de personajes, una especie de biógrafo con escarpelo que levanta capas y capas de piel y carne hasta llegar al tuétano de lo que somos y callamos. Hay gente que lo acepta y lo busca y hay gente que prefiere no emprender ese viaje conmigo.

—Los malos en tus novelas son muy malos pero en cambio son muy atractivos desde el punto de vista del interés que despiertan ¿Por qué crees que los personajes atormentados, crueles y odiosos muchas veces son los más interesantes ?

—En mis novelas no hay malos desde un punto de vista moral o ético. Y no los hay porque yo no juzgo a las personas (y mis personajes aspiran a ser personas) por sus actos sino por sus motivaciones, que me parecen mucho más complejas y humanas. Me gusta escapar de los estereotipos porque ellos no explican suficientemente nuestra riqueza de emociones. En un mismo ser conviven el miedo, el amor, la lealtad, la crueldad…Y eso nos hace humanos. A veces soñamos con lo que no somos y querríamos ser. Y hay una parte oscura en nosotros que tenemos escondida.

—Tus novelas se caracterizan por estar muy bien documentados y ambientadas con acontecimientos históricos ( Un millón de gotas, La víspera de casi todo) y por contar historias duras , ausentes de maquillaje y con un ritmo trepidante…¿Cómo se consigue todo eso?

—Yo intento ser fiel a la pregunta que me hago al principio de cada novela (¿Qué es un héroe? En el caso de Un millón de gotas o ¿Podemos dejar atrás lo que fuimos? En el caso de La Víspera de Casi todo) y creo personajes con voces propias que tratan de dar respuesta. Lo importante es que sean coherentes, incluso en sus contradicciones. No todos los personajes pueden hacer cualquier cosa, hay que ser verosímil. En esa verosimilitud ayuda mucho una buena información previa de contexto, ambientación, etc. En cuanto a la dureza, es una virtud, no un defecto. No soy condescendiente con los lectores porque ya somos todos mayorcitos y podemos debatir y adentrarnos en ciertos asuntos sin tapujos y sin edulcorantes. Solo hay un límite: no caer en lo gratuito, en lo anecdótico o visual por el puro goce voyeur de la violencia. Detesto ese discurso violento sin nada detrás, mero ejercicio estético.

—Crees que es positiva la influencia del cine en la novela actual o por el contrario crees que lo que nos genera es un montón de lugares comunes y de tramas mal explotadas.

—Vivimos en dos planos narrativos, el visual y el literario y hay que aceptar que el cine y las series de televisión han cambiado ciertos recursos narrativos en la novela. La cuestión es que literatura y cine ofrecen cosas distintas, mientras que el cine nos convierte en espectadores la literatura nos convierte en protagonistas porque el papel de la imaginación sigue siendo fundamental en el juego de diálogos entre autor y lector. La literatura demanda pausa, reflexión, lentitud, sin renunciar por ello al ritmo, la trama. Los malos libros, como las malas películas, recurren a lugares ya sabidos sin otra ambición que entretener, pero un buen director de cine, como un buen escritor, busca dejar huella, calar hondo, explora sin miedo en lo nuevo sin renunciar a lo viejo.

—¿Otra propiedad de tus novelas son los interminables giros dramáticos perfectamente solucionados hasta el final, ¿Cuándo decides hacerlo, en el momento de la estructura principal o a medida que vas avanzando con la trama?

—El andamiaje de mis novelas se construye antes de la escritura. Marco un guión y lo sigo sin abandonarlo, aunque a veces concedo a los personajes libertad para llegar al mismo lugar previsto de un modo distinto.

—¿Es verdad o leyenda que algunos personajes cobran vida propia, deciden su camino y como escritor no puedes más que acompañarlos hasta donde te lleven?

—Un personaje llega a ser alguien muy real para mí. Algunos me resultan simpáticos, otros menos, a algunos los entiendo y otros me exasperan. Esa cacofonía me acompaña durante los meses o años en los que se van construyendo ante mi, como figuras de arcilla que de repente cobran vida. Pero siempre soy el demiurgo.

—Leyendo La tristeza del samurái uno llega a la conclusión de que eres especialista en mostrarnos las contradicciones de la vida… ¿Crees que el odio se puede heredar?

—Creo que la memoria y el pasado son relatos que se transmiten de generación en generación y que en ese relato se transmiten también verdades, medias verdades y mentiras que asumimos como ciertas. El odio forma parte de la mitología histórica y familiar, se transforma en prejuicios, racismo, ideas preconcebidas, miedos que no sabemos de dónde vienen porque su raíz se pierde muy atrás en el tiempo. Desandar ese camino, desbrozarlo de todo lo que nos han dicho para encontrar algo parecido a la verdad no es sencillo. Poca gente cree que valga la pena el esfuerzo. Mejor convencidos aunque engañados que libres aunque doloridos.

—Tanto por tu experiencia laboral como por lo que muestras en esa misma novela ¿el poder real siempre está en la sombra?

—El poder tiene una naturaleza que muta, se adapta, se reinterpreta, pero siempre perdura. No es poderoso solo el rico, el que aspira a la cúspide de la pirámide, ni siquiera lo es el que dirige los designios desde la política. El verdadero Poder está en la impunidad, en tener la capacidad de dirigir el destino de los demás y de escribir la Historia. Provocar guerras, crisis económicas, sembrar la desigualdad, destrozar nuestro planeta, cambiar nuestros hábitos, costumbres, reeducarnos y dirigirnos hacia una nueva ética, una nueva moral, una nueva religión y todo ello sin que sepamos cómo ni cuando, ni quién. Sí, el verdadero Poder nunca es aparente pero es muy efectivo.

—Cuándo y porqué comprendiste que tendrías que acabar siendo escritor.

—Cuando sentado frente a un libro alcé la vista y vi que había oscurecido y que el tiempo no significa nada. Cuando al escribir mis primeras líneas sentí ese cosquilleo que aparece cuando abres un poco la puerta de una habitación donde tus padres han escondido los regalos de reyes. La primera vez que una chica me miró de modo distinto cuando le regalé en una hoja pautado un triste poema que se pretendía romántico…Comprendí que cada uno de nosotros se ve arrastrado a lo que es sin remisión y que el hombre que yo aspiraba a ser lo sería solo si lograba escapar a través de las palabras escritas.

—Todos amamos a nuestros hijos, pero no estoy seguro de que sea verdad que a todos por igual… ¿A qué novela le tienes más cariño?

—Siento algo muy especial por Un millón de Gotas en lo personal. Por encima de la lluvia creo sinceramente que me acerca mejor que ninguna otra al escritor que aspiro a ser. La Tristeza del Samurái me abrió las puertas de mi deseo. Respirar por la herida es mi ejercicio más complejo argumentalmente hablando. La Víspera de Casi todo me presentó ante los lectores españoles con el Premio Nadal bajo el brazo…Pero tienes razón. Tengo una preferida.

—¿Sigues algún ritual antes de ponerte a escribir? ¿Cómo es una jornada de trabajo para un escritor como tú?

—No tengo rutinas preconcebidas. Escribo todos los días y suelo borrar mucho de lo escrito. Tengo algunas manías, como escribir a mano los primeros borradores, no escribir en espacios cerrados, uso bastante el diccionario (no internet) y me gusta subir a la cueva de Montserrat un ejemplar de cada nueva novela dedicado a un lector anónimo. Escribo en el bar debajo de casa o en un banco, paseo con mi libreta en la mano, leo mucho antes de afrontar un tema y me gusta visitar bibliotecas, museos, archivos, hacer mucho trabajo de campo.

—Tu gran éxito y por el que te comenzaron a reconocer los lectores de todo el mundo fue con La tristeza del samurai y especialmente con Un millón de gotas, donde ganaste importantes premios en Francia … ¿Sigue siendo cierto que en España cuesta valorar el talento?

—Cuesta en todas partes, no solo en España. Pero no creo que eso deba preocuparle a un escritor. Si confías en ti mismo, no debería. Solo queda seguir tu camino y que las cosas vayan pasando. Y si no pasan, no importa. Lo importante es poder seguir escribiendo, donde sea.

—Qué deseas lograr desde el punto de vista literario. Sueñas con algún proyecto superior aún, o quieres seguir haciendo lo que tan bien sabes hacer.

—Solo aspiro a ser un buen escritor, el mejor que pueda. Quisiera poder dejar algo, un puñado de palabras que merezcan ser recordadas. Y que nunca tenga que arrepentirme de mis decisiones. Sería un buen epitafio para una vida vivida al máximo.

OBRA

El peso de los muertos, Editorial Castalia, 2006, Premio Tiflos de Novela,

El abismo de los sueños, 2008, finalista del premio Fernando Lara, inédita.

La tristeza del samurái, Alrevés Editorial, 2011

Respirar por la herida, Alrevés Editorial, 2013

Un millón de gotas, Destino, 20143​

La víspera de casi todo, 2016, premio Nadal.

Por encima de la lluvia, 2017.

 DISTINCIONES

Premio Tiflos, 2006

Finalista en el Festival Internacional de Cine negro de Beaune 2014 a la mejor novela extranjera

Finalista del Premio Fernando Lara, 2008

Prix du Polar Européen Le Point, 2012

Premio Quercy Noir, 2013

Premio Tormo Negro de novela policiaca, 2013.

Prix du Litterature policier etrangère en Francia, 2015.

Premio Nadal, 2016.

Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, 2017

 

Una entrevista de Mara Marley y Meco JC

para:

DESAFÍOSLITERARIOS.COM

TALLER DE ESCRITURA ENRIQUE BROSSA