El famoso escritor sufrió la «fiebre de las trincheras», una enfermedad provocada por estos parásitos que diezmó ejércitos durante la Primera Guerra Mundial

En la hipotética y apocalíptica situación de que se extinguiera la raza humana tan sólo cuatro especies llorarían nuestra extinción, aquellas que no pueden vivir sin nosotros, las que no pueden parasitar a ningún otro ser vivo: tres clases de piojos y un parásito vaginal. Sus nombres son: Pediculus capitis (el piojo de la cabeza), Pediculus corporis (el piojo del cuerpo), Phthirus pubis (el piojo del pubis) y Trichomona vaginalis.

John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973), más conocido como JRR Tolkien, nació en Bloemfontein (Sudáfrica), ciudad a la que sus padres habían emigrado desde Birmingham en busca de las oportunidades que la metrópoli les negaba. Cuando John cumplió cuatro años su padre falleció, y Mabel, su madre, decidió regresar a Inglaterra.

En 1915 Tolkien se graduó con honores en el Exeter Collage de la Universidad de Oxford, con un título de primera clase en la modalidad Lingüística Inglesa y Literatura hasta Chaucer. Un año después se enroló con la graduación de teniente segundo, especializado en lenguaje de signos, en el 11º batallón de los Fusileros de Lancashire.

Ese año el Viejo Continente se encontraba inmerso en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Corona Británica no dejaba de enviar efectivos al frente. Entre los llamados a la gloria estaba el batallón al que pertenecía Tolkien. De esta forma, el 6 de junio de 1916 nuestro protagonista desembarcó junto con sus compañeros en Calais.

Entre el 1 de julio y el 18 de noviembre de 1916 se libró una de las batallas más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial, la batalla del Somme. Para que nos hagamos una idea de la elevada mortalidad tan sólo un dato: el primer día de la contienda hubo 57.740 bajas en el ejército británico, de las que 19.240 fueron mortales.

Durante la contienda, la artillería alemana contó con dos aliados excepcionales: la insalubridad y las infecciones. Ranas, babosas, cucarachas, ratas y piojos compartieron las trincheras con los soldados aliados. Los piojos encontraron un campo de cultivo excepcional en los indecorosos uniformes y las costuras de las guerreras fueron su improvisado domicilio. Estos parásitos provocaron la aparición de una enfermedad no conocida hasta ese momento, a la que se bautizó como fiebre de las trincheras.

Uno de los afectados de esta nueva enfermedad fue el oficial de comunicaciones JRR Tolkien, la sintomatología fue tan manifiesta que tuvo que ser evacuado del frente y trasladado, muy a su pesar, a Inglaterra, salvando la vida. Muchos de sus compañeros de unidad murieron, bien como consecuencia de la artillería enemiga o bien debido a las infecciones. Durante su convalecencia en Staffordshire Tolkien comenzó a escribir un libro al que bautizó inicialmente como «El libro de los cuentos perdidos».

Nunca estaremos lo suficientemente agradecidos al Pediculus corporis, gracias a él hemos podido disfrutar de las aventuras de Bilbo Bolsón, el mago Gandalf o el siniestro Gollum.

Photo by summonedbyfells