Me encanta el cine. He ido con amigas, con amigos, con algún que otro novio y también sola (a esas sesiones de los miércoles a mitad de precio). Pero lo que me ocurrió éste miércoles no es explicable y les aseguro que no me quedé dormida. Alguna vez he oído en algún lado que si deseas algo con todas tus fuerzas se convierte en realidad. Francamente estoy desengañada de ello pero déjenme que les cuente lo que me sucedió a ver si entre todos logran descifrar el enigma.
Me fui al centro, a una de esas filmotecas que ahora se llaman indis. Era una sesión doble con un par de películas que ya sólo puedes ver en casa. Una tarde perfecta. Yo era la única espectadora en la sala. No era la primera vez que me ocurría y siempre me daba pena. Al poco de empezar la primera de las pelis, “Fargo”, la protagonista, en plena investigación de un crimen me llamó por mi nombre.
– Luisa, sube aquí.
Me quedé pasmada y miré en derredor esperando no sé bien qué.
– Es a ti, no hay nadie más – dijo Frances McDormand.
Como seguía pegada a la silla, bajó de la pantalla, me dio la mano y me dijo.
– Ven conmigo, sé que siempre has deseado esto. Te lo mostraré por dentro.
Estábamos en pleno paraje nevado. Una ambulancia, dos coches patrullas y, a cierta distancia de la cuneta, dos cadáveres y un coche volcado.
– ¿Tú crees que embarazada y con este frío apetece investigar un doble crimen? …pues no, pero los malos no descansan querida. Sube al coche, te llevaré a comisaría a tomar un café caliente, nos vendrá bien.
Hablaba y no paraba pero al entrar en el coche me vi dentro no del auto, sino de un ascensor al mando de la señorita Kubelik. Reconocería “El apartamento” con los ojos cerrados pues me sé de memoria los diálogos. Entró Jack Lemmond, saludó y subimos juntos al piso diecinueve.
– Es más guapa en persona, ¿verdad? – me dijo aludiendo a la ascensorista.
– Se arrepentirá toda la vida si no le dice que la quiere señor Baxter – le dije antes de apearme.
Al bajar del ascensor me encontraba en una plaza. Hacía sol y podían ser los años cuarenta a juzgar por la vestimenta de la gente. Pronto salí de dudas. A mi espalda un señor gritó…
– ¡Buenos días, princesa!
¡Qué bonito!… estaba en “La vida es bella”.
– Luisa, venga, no hay tiempo que perder. El hechizo no es eterno y aún tiene que ver muchas más cosas – me dijo el propio Benigni en persona.
Me llevaron delante de una casa. Era un tipo divertido que no paraba de declarar su amor por su princesa.
Pasé a la casa sin saber adónde conduciría esa puerta. Estaba excitada y emocionada.
Detrás de la puerta, perdí pie y caí por una especie de tobogán helado en compañía de un mamut, un tigre dientes de sable, un cachorro humano y dos zarigüeyas. Viajaba dentro de una película animada, “Ice age, la edad del hielo”.
– Vamos Luisa, que esto está chupado – me animaban mientras caíamos.
Pero caí en blanco y negro, cerca de donde Sam, la volvía a tocar. “Casablanca” me dije. Bogart, muy cortés, vino a recibirme y me condujo al fondo.
– Ven nena, te mostraré tu mesa.
Pero al sentarme, el café de Rick se desvaneció, la muchedumbre bramaba y tardé un minuto en darme cuenta de que estaba en el palco de un estadio de Rugby al lado de Morgan Freeman.
– “Invictus ” – grité emocionada.
– Llámame Mandela mientras no acabe la película – me susurró Morgan Freeman.
– Disculpa Morg… esto, Mandela, con la emoción me estoy haciendo pi-pi.
– Por ese pasillo – me indicó caballeroso.
Salí por el vomitorio indicado pero al otro lado había un Castillo y me topé con un vampiro siniestro con un falso sentido de la hospitalidad.
– Bienvenida a mi humilde morada Luisa.
Era “Drácula”, en una versión en blanco y negro que le confería un aire aterrador. Ni que decir tiene que con el susto olvidé mis urgencias de vejiga. Salí huyendo hasta que al doblar un pasillo me encontré en lo que parecía una estación de metro o ferrocarril. Una joven delante de un fotomatón me llamó por mi nombre. Estaba en medio de una película deliciosa, “Amelie”.
– ¡Deprisa, pasa dentro del fotomatón! – me dijo.
Al entrar, vi que aquello era un centro sanitario en donde Robbin Williams trataba de curar, entre otros, a Robert de Niro. “Despertares”, conseguí recordar. Seguí al doctor hasta la puerta opuesta por donde entré. Al otro lado, tropecé pues apenas se veía nada. No sabía dónde estaba ahora. Parecía una cueva. De pronto, un tipo con sombrero y látigo vino corriendo hacía mí perseguido por una enorme bola de roca.
– ¡Rápido Luisa, corre! – me gritó.
Ahora huía en mitad de una escena de “En busca del arca perdida”.
Fue una tarde llena de emociones. Formé parte de esas escenas famosas que había visto cientos de veces y todos parecían esperarme.
Llegué al poblado vaquero de “Sin perdón”, recorrí los paisajes africanos a bordo de una avioneta en “Memorias de África”, volví a pasar miedo cuando transité por las escenas de “El exorcista”. Conocí a Marty McFly en “Regreso al futuro” y a un tipo tan despistado como encantador en “Cuatro bodas y un funeral”. Supe de lo que se cocía entre bambalinas con unos pillos geniales en “El golpe”. Fue después de quedarme embobada mirando a los ojos azules de Robert Redford y Paul Newman sin decidir cuál me gustaba más, cuando Paul me hizo una indicación.
– Luisa, sal por esta puerta: te esperan al final del callejón.
Obedecí y salí a la avenida. Allí, frente al escaparate de Tiffanys, una mujer tomaba un café y un croissant mientras sonaba moon river en alguna parte de mi cabeza. Lloraba de felicidad siendo testigo de esa escena de “Desayuno con diamantes” cuando un grupo de muchachos pasó raudo a mi lado en bicicleta.
– ¡Síguenos Luisa! – me dijeron.
Tomé prestada una bici recostada en una farola y los seguí y, de pronto, nos elevamos por los aires recortando nuestras siluetas contra la luna llena. Rodábamos “ET, el extraterrestre” y yo iba con ellos.
Finalmente aterrizamos en una comisaría de policía donde Somerset y Mills trataban de resolver un caso diabólico de un asesino en serie. Participaba en “Seven”. Morgan Freeman se me acercó de nuevo.
– Es mejor que te marches ya Luisa, en esta película corres peligro.
Obedecí y salí por la puerta de atrás. De nuevo estaba en mi ciudad. Salía del cine y volvía ¿a la realidad? …aún no lo sé. Sólo sé lo que viví, aunque no lo pueda explicar de un modo racional.

Ahora que el lector sabe lo que me ocurrió, quizás le interese saber algo.
Éste texto contiene un mensaje oculto que quizás lo explique todo… o quizás no.
Para descifrarlo tan sólo tendrán que coger la primera letra de cada película que aparece en el texto y en el orden en que aparecen.
Good luck, bonne chance, buena suerte.

FIN