Hoy amaneció una música distinta, de las que rezan y zozobran, precipitándome a sentimientos entrecortados entre la nostalgia y la serena aceptación.
Hoy parezco el único ser vivo en esta alborada perezosa en que el cielo sigue adepto a la noche, la luna consuela a sus estrellas caídas, y un sirimiri me rocía de dulzura.
Despertó el día en azules desvaídos y grises sin pulir. El agua cae mansa mientras mi ciudad duerme, duerme la placidez de un día que aún no amanece; el asfalto no cruje y en sus ventanas anidan los sueños sin hacer.
Serena quietud vestida de agua despierta al día…, lenta, siseante, susurrándome a la calma, al sosiego de mi hora más íntima. A veces calla, semeja deambular de puntillas con el dedo en su boca para no despertar la ira del mundo que ruge.
Me siento armónicamente bien en esta afasia lluviosa mientras mis alas aún dormitan, y la curiosidad lubrica mi mente de abecedarios desconocidos
Otrora, baila, danza en mis ojos y minúsculos espejos se precipitan a la tierra sedienta. Un redoble de tambor y el agua vuelve a pintar mis sensaciones de arco iris.
Y…, dos lágrimas han besado al mirador de mi vida dándome los buenos días.