Tú fuiste el primer hombre en el que pensé y tal vez el último en el que piense antes de marcharme. Sin embargo decidí posponerte para darme tiempo a relamer los recuerdos, ya difuminados, que tengo de ti. No me siento culpable aunque no te niegue que la pregunta sigue bombeando en mi interior “¿Y si en vez de yo, hubieras sido tú como estaba previsto?” Porque yo no entraba en las quinielas, tú eras el favorito. Sin embargo el destino se burla de nosotros con mucha frecuencia y, en el último segundo, cambia de opinión, y unos se convierten en los grandes triunfadores y otros recalan en los infiernos más monstruosos.
Éramos un grupo de niños con unos progenitores que la vida se los comió crudos y nosotros, los niños, quedamos expuestos a las tempestades de la vida, al bocado apetitoso de humanos depravados. Sin embargo, un ángel vino a salvarte. Tendrías un hogar de horarios estudiados, de beso y cuento antes de apagar la luz. De abuelos y tíos que exhiben un niño con orgullo sintiéndote que eres de su sangre. Irías a un colegio de buenas maneras donde aprenderías algo más que trastadas y, al salir, tu nueva madre, tíos o abuelos estarían esperándote con el bocadillo de mantequilla con azúcar. Irías a la playa, aprenderías a nadar en un océano de aguas frías como hermoso, el Atlántico. Tus padres vigilarían a tus amigos hasta enrolarte en un grupo de buena gente. Estudiarías una carrera, seguramente Derecho o Empresariales y estarías destinado sin duda a ser el delfín del negocio familiar. Seguramente te hubieras casado con la flor y nata de una ciudad de provincias…, tantas cosas, José. Cierro los ojos y te veo avanzar por el teatrillo de la vida abrigado y a buen recaudo. Sin embargo el destino te lo negó todo para entregármelo a mí, una niña esmirriada en la que nadie había pensado jamás.
¿Qué fue de ti mi amado José? Ni siquiera sé por qué digo amado pues apenas nos rozamos en los ratos en que me obligaron a compartir con tu mundo. Un mundo desnaturalizado, en constante pelea, en carencia de todo, incluso lo más importante: principios y amor. Y como no te enseñaron principios pues creciste al aire libre sin coto ni reseña, te fuiste convirtiendo en un truhán, malcarado, rodeado de gente que provocó tus malos pasos.
Recalaste varias veces por cárceles diversas arrastrando tu mala salud ya desde bien chiquito. Y cuando la noche oscura del alma te acorralaba, daba igual que hubiera luz o no, una mano misteriosa te daba algo para que tú soñaras. Y claro que soñaste, tantos sueños en tu cuerpo como pinchazos en tus venas. Y un día te apagaste. Una sobredosis de sueños pudo contigo.
No he vuelto a poder mirar a una persona soñando en éxtasis, me provoca tal zozobra que vomito mis penas en cualquier esquina. Porque en ellos veo a mi hermano, ese que iba a ser vendido a un mundo mejor, porque del que venía era toda una mierda construida por unos padres malavenidos, sin madurar, a los que el gran Dios, el bueno y el justo, decidió otorgar el don de siete hijos. Siete hojas desgajadas que fueron secándose desposeídas de todo. Bueno, no. Una hoja quedó a buen recaudo, creciendo con demasiados interrogantes a sus espaldas, pero a la que no faltó nunca el amor y los principios que se los metieron de raíz.
¿Qué hicieron de ti, José, además de convertirte en un maldito drogadicto? ¿Quién te lloró?
Sabes, una vez fui en tu busca, solo una vez. Te busqué a ti, a madre y a María, nuestra hermana, en una inmensa hilera de tumbas donde el olvido crece mientras las estaciones mueren, y salí de allí sin nada, absolutamente nada.
Sin embargo me consuela en pensarte en una gaviota, en un pez, tal vez un perro, o en un bebé rodeado de amor. Tus cenizas pueden morir pero tu alma reencarnarse y, ¡quién sabe! si una mañana de otoño me siente en un banco del Retiro y a mi lado se pose una paloma y se quede suspendida en el tiempo. Tal vez seas tú. Por favor, si es así, hazme un gesto, te diré muchas cosas que nunca dije.

[inbound_forms id=”2084″ name=”Apúntate al taller de novela y relatos online”]