Llegas hasta mi orilla como un mar de ilusiones que pretende arrasar con toda causa de preocupación que pueda haber en mí. Llegas, me salpicas, jugueteas conmigo, me haces sonreír. Y me encanta esta sensación. Me encanta la frescura de tu oleaje, en ocasiones tierno, en ocasiones rabioso. Me siento viva, por primera vez en muchos meses, me siento viva. Lo único que quiero es que tus olas lleguen hasta mi orilla una vez más. Que nunca dejes de llegar a mi orilla.

Quiero que me acompañes en largos paseos juntos, tus olas y mi orilla, con la única compañía del sol y las gaviotas. Ni la suavidad de la arena bajo mis pies logra distraer mi atención de ti, de tu oleaje, de ti, mi mar. Quiero jugar contigo, saltar, bailar, girar, reír y, sobre todo, vivir. Sé que tú me puedes ofrecer todo aquello que necesito.

Quiero lanzarme contigo a jugar con tus olas como si fuera una niña pequeña, abandonando mi segura orilla. Dejarme mecer por ti, acunada, arrullada por tu brisa, por tus pequeñas gotas de agua. Y quiero dejarme llevar. Quiero dejarme llevar por tu mar, por tus olas, por tu aroma, por tus caricias, por tus besos salados. Solo quiero dejarme llevar. Quiero vivir, vivir esa aventura de conocer ese gran mar desconocido, adentrarme en él y que él se adentre en mí. Quiero… quiero… quiero… dejarme llevar.

Pero olvidamos un pequeño detalle, que en mi orilla no estoy sola, aunque solo me salpiques a mí. Y que tus olas no están solas, aunque solo me llegue la parte de ti. Aunque en nuestros infinitos paseos matutinos, vespertinos y nocturnos, estamos por completo a solas, disfrutando uno de la compañía del otro, la realidad es que estamos rodeados de más, siempre estamos rodeados de más. Rodeados de más olas, rodeados de más orillas, rodeados, rodeados, rodeados.

Y a mí la multitud me agobia, me siento rodeada, oprimida, sin libertad. Marchaos todos de este mar tranquilo. Dejad que sea yo la que levante su furia, la que lo vuelva agresivo, la que despierte el calor latente en las aguas de la frialdad.

Cuando todos se hayan ido, solo quedaremos tú y yo, mar y orilla, orilla y mar, en un abrazo infinito y sedoso. Perdidos en caricias y vaivenes, tú me arrastras con tus olas, yo te freno con mi arena. Yo te arrastro con el viento, tú me frenas con las mareas. Yo te siento y tú me sientes, y solo somos mar y arena.
El día que estemos solos, sin que estemos rodeados, ese día seré libre para volar a tu lado. Arena que mueve el mar, en las noches de verano. Mar que mueve la arena, por la mañana temprano. La brisa nos agita a ambos, nos funde en un abrazo eterno, entre mar y arena, entre olas y pedazos.

Son las cosas de mi sueño, de una noche de verano.