El odio te impide disfrutar lo que te queda de vida. Es un hecho indiscutible.

La torpeza del odio genera en nuestro espíritu la necesidad de un relato que nos justifique. Relato, que cuando no sea totalmente falso, será como mínimo visceral y parcial, y que ayudará a reforzar el rencor.

El odio necesita alimentarse de más odio, porque todo aquello que sabemos que no es bueno, lo emprendemos sobrecargados de razones falsas. Es decir, que cuando odiamos nos alimentamos de nuevos y más profundos motivos para odiar. Lo cual nos amargará más y por más tiempo.

El odio es obsesivo.

El placer de supuestas venganzas como sublimación de otras carencias emocionales es algo que no funciona. Quien odia se engaña a sí mismo con racionalizaciones mentirosas y bucles neuróticos.

Odiar es autodestructivo.

Odiar perjudica la salud y la inteligencia, ya que prepara la mente y el cuerpo para la lucha generando un estrés latente que a medio plazo tendrá consecuencias negativas.

El odio altera la salud mental.

El odio te convierte en falso.

El odio no se oculta bien. Tu aversión siempre te delata.

El odio es uno de los puntos de partida de la maldad.

Como sabemos que el veneno no se puede enseñar, el odiador lo oculta tras una pose. Es decir, pierde naturalidad y cambia de personalidad por influencia de aquel a quien detesta, tal es el poder que le otorga, a un tercero, sobre su modo de ser, su humor y su vida.

El odio repugna al 100% de las religiones y sistemas morales, excepto a las filosofías totalitarias.

El odio puede generar catástrofes y tragedias.

Un instinto atávico nos protege: todos sentimos aversión de quien porta inquina, como de los reptiles. Todos nos alejamos de quien aborrece, porque percibimos algo que nos desagrada. Algunas veces lo descubrimos demasiado tarde.

El odio degrada. Convierte a los humanos en más torpes defecantes, que todo lo pisan y lo estropean. No quieren disfrutar de las cosas más valiosas de la vida. El odio es cobarde y necesita protegerse con un aguijón.

No es posible encapsular la rabia en la conexión con una solo persona. Modifica nuestra percepción del mundo y nuestra relación con el resto de los humanos.

Quien odia frecuentemente exagera. Y casi siempre pierde.

Quién odia se rodea de infelices a los que trata de involucrar, sin que lo adviertan, en una guerra que no es la suya y que no les favorece. Que solo le pertenece a la mente atormentada del odiador. Los amigos del que odia siempre están expuestos a la manipulación y sus amistades se verán condicionadas por la maldad de un falso amigo. Les enemistará con quien nada les ha hecho ni sabe de ellos.

Generalmente, quien te odia injustamente demuestra lo mucho que te valora y lo importante que eres para él.

Quien te odia vive empeñado en que formes parte de su vida o, lo que es peor, quiere ser parte de tu vida a toda costa. No acierta a vivir sin ti.

No vale la pena tratar de razonar con alguien visceral. Solo se reafirmará en su postura, porque en su obsesión, piensa que perdonar o ser perdonado es ser vencido. Nada puedes hacer. Alejarte, ignorar, esperar que pase el tiempo Con paciencia, resignación y VERDAD.

En el momento en que empieces a amar a tu enemigo, ya empezarás a estar un poco por encima de él. Demostrarás inteligencia y valores.

En España existe el delito de odio, pero está enfocado a proteger a grupos especiales. Sin embargo, muchos delitos tienen como origen el odio.  Y, como hemos dicho, el odio te traiciona, ya que primero te impulsa al delito e inmediatamente te delata.