Noté que esa era una charla preparada por una persona sin mucha facilidad de palabra. Y como siempre voy unos pasos por delante de lo que pasa en la película, ya vi que eso iba a enlazar con un comentario, y de ese a otro, hasta que saliera el asunto sobre el que realmente me quería contar o preguntar. Sabía que sería algo, para bien o para mal, de interés para mí. Sin embargo, no podía evitar el impulso travieso de romperle su discursito y salir por peteneras, preguntándole por cualquier conocido común o recordándole alguna anécdota que no tuviera relación con su conversación. Entonces, cada vez con voz más firme, como quien da a entender que esa charla es la suya, volvía otra vez al principio, y a contar lo preocupada que estaba con la posibilidad de que alguien con mi trayectoria, y bla, bla, bla… y mientras yo me temía que iba a ser portadora de malas noticias, porque buenas no las podía haber, se me escapaba una sonrisa tonta de gato jugando con el ratón. Pero ella estaba decidida a volver una y otra vez al mismo surco y entonces ya, desesperada, cuando estaba yo desviando la charla hacia la anécdota del día que apareció un ratón en la planta 14 del edificio Bancpro durante una rueda de prensa y… Me interrumpió:
-Porque yo creo que tú puedes salir vivo de todo esto, Marcos- me corto subiendo la voz.

Entonces decidí escucharla.