En la noche de la estepa kazaja, un hombre se ha asomado a la puerta de su cabaña. Mira a un lado y a otro, dice no ver a nadie en el suelo, pero confiesa que en ocasiones, ve a gente caer del cielo. Vive desde hace años en las inmediaciones del Cosmódromo de Baikonur. Es escritor, hijo de padre granjero.
Nikolai III, el mayor de los hijos varones del señor Petronkov, siempre soñó con ser comosnauta. A la edad de 9 años y medio habló con su padre para confesarle la cuestión:
—Padre, he tenido un sueño.
—Hijo, sueño tengo yo que trabajo de noche y ni puedo dormir de día.
—Padre, he tenido un sueño, y va en serio. He soñado con un campo de estrellas y me he visto caminando feliz entre ellas, acariciando sus puntas de plata con las yemas de mis dedos. Me he visto alumbrado por una Luna gigante, con ojos como panes, que parecía sonreírme mientras se acercaba rodando. Padre, quiero ser cosmonauta.
—Mira Nikolai, en nuestra familia nunca hemos llegado a ser gran cosa. Los Petronkos siempre hemos sido granjeros, y tú lo serás algún día. Los hijos de la estepa nunca viajarán a las estrellas. No sueñes cosas raras.
Nikolai no escuchó a su padre. Su sueño era tan poderoso que la negativa impuesta por alguien acostumbrado a vivir sin emoción, no supuso el más mínimo contratiempo.
Durante años siguió alimentando su sueño cada día. Cuando alguien le preguntaba qué sería de mayor, él contestaba orgulloso… ¡Cosmonauta!
Pero Nikkolai en verdad no quería viajar a la Luna, ni tan siquiera pretendía mover sus pies del suelo.
Lo que él deseaba con pasión era, ser ESCRITOR. Comprendió que el hombre que sueña, no teme a morir. Que el hombre que escribe, vive eternamente a través de sus sueños. Y que escribir, es lo más parecido a tocar los sueños con las puntas de los dedos.
Hoy Nikkolai, vive en una cabaña, en la estepa kazaja. No es un ermitaño. Es risueño, romántico y loco. Gran observador, admira la belleza del cielo en la noche, mientras desarrolla bocetos de novelas sorprendentes.
Nikkolai, es mi compañero en el TALLER DE ESCRITURA DE ENRIQUE BROSSA. Hemos adaptado el horario para poder asistir juntos los miércoles. No se lo contéis a nadie, pero, entre tarea y tarea, Nikola nos cuenta historias increíbles sobre los comosnautas que, en ocasiones le caen del cielo.
Y algunas noches, a modo de regalo, nos contacta por vídeollamada para que admiremos la maravilla que supone… Escribir bajo un manto de estrellas, iluminando los sueños de la estepa kazaja.
Bienvenido Nikkola.
¡Qué bonito! La verdad es que nos encantan todos tus relatos, sin excepción. Pero este, por alusiones, estoy obligado a agradecertelo.