Solo, en un lugar conocido pero ajeno. El silencio se rompe de vez en cuando con el rugir de sus vísceras que clamaban por tener un poco de paz después del maltrato que habían padecido últimamente. Por la ventana entraba el sol cansado de media tarde , ese que parece pedir a gritos que la noche le sustituya. Hoy ha tenido un trabajo muy intenso : las nubes estaban juguetonas e insistían en ponerse en medio y él ha tenido que lucir más fuerte cuando tenía la oportunidad. Se han ido alternando el protagonismo a lo largo del día .

La estancia en la que estaba era agradable, incluso bucólica . Se respiraba un ambiente propicio para la lectura o para tomar un té si le gustara. Él era más de café , ahora se conformaba con unas hierbas extrañas que siempre había creído que eran para fumarlas. Tenía el libro abierto pero no leía. Se estaba dejando llevar por sus pensamientos …Acababa de empezar una de sus visitas interiores, estas siempre deparaban sorpresas y más cuando ahora había más espacio.

La Luz entraba tenuemente por la única ventana dulcificando las sombras de la habitación. Volvió a la lectura aunque no pudo superar las dos primeras líneas. Pensó en el viaje que acababa de hacer. Había sido largo y lleno de escalas. Había utilizado casi todos los medios de transporte: coche, tren , avión, metro y autobús . Solo le faltó navegar , aunque el mar sí lo vio desde las alturas. También esperó mucho , no de la vida ni de nadie , sino a que llegara el avión. Mientras lo hacía practicaba su deporte preferido: observar.

Lo hacía de forma natural. No tenía que calentar previamente para al alcanzar un estado de contemplación absoluta. Le daba igual que fuera un aeropuerto atestado de gente, en cualquier lugar podía llegar a la sublimación. Era capaz de escanear todo lo que le rodeaba sin apenas esfuerzo . No solo se trataba de mirar, sino de ver y sentir. La fusión del sentido y la sensación creaban una imagen que solo podía describirla escribiendo. Imposible dibujarlo y mucho menos fotografiarlo. Los dedos golpeaban sobre el teclado las palabras que el cerebro le transmitía directamente , sin filtros. Fluían velozmente y se encadenaban de forma perfecta. No hacía falta corregir ni repasar. Quedaban plasmadas en el orden deseado y aquel que las leía se hacía un composición única y particular.

Esta vez lo que le llamó la atención fueron las maletas. Los amplios pasillos de la zona de facturación estaban llenos de gente andando y corriendo de arriba abajo agarrados a una maleta. Las había de todas las formas y colores. Parecía imposible que no se repitieran más los modelos como si ocurre con otros enseres cotidianos. Sí había algo en común en la inmensa mayoría: predominaba el tamaño medio, aquel se se podía subir al avión. En los viajes de corta duración y media distancia se había impuesto esa medida. No eran pocas las broncas dentro de la aeronave cuando los últimos en entrar encontraban ocupados todos los compartimentos. El personal de a bordo se afanaba en zanjar los conatos de conflicto con una determinación envidiable. Había que evitar el alboroto en un lugar tan pequeño y lleno de gente.

Pronto pudo establecer una clasificación simple sobre las maletas y sus propietarios. Todas ellas tenían ruedas para transportarlas más cómodamente. Eran pequeñas pero resistentes. Parecía imposible que sobrevivieran al maltrato al que las sometían, sobre todo cuando tenían que salvar escalones o bordillos. Pero no era eso lo más curioso. Lo sorprendente era que había dos formas humanas de llevar la maleta. Había quien la arrastraba como una pesada carga y quien la empujaba con determinación dando la sensación que esta se deslizaba con liviandad. 

No pudo evitar preguntarse cómo transitaba él por la vida.