Hoy descubrí

que la vida es como el viento:

nace de repente, crece, se disipa

y muere, en brazos del silencio.

Descubrí que triunfa la mentira,

que manipulamos los sucesos,

que herimos sentimientos

y vagamos sin sentido por la vida.

 

Hoy comprendí

que todo es vanidad.

Que el humano está avocado

a sufrir en manos del destino,

su insufrible levedad.

 

Como las luces vespertinas

y el crepúsculo difuso del ocaso,

puntuales, sin retraso,

señalan el inicio y fin del día,

mi alma, sin descanso,

busca tu luz que determina,

iluminando,

a mi frágil corazón enamorado.

 

Sin embargo, descubrí

que tu amor por mí es inmenso,

que, a pesar de que te quiero,

no te merezco.

Que fui injusto,

que me arrepiento,

Que tú eres la única verdad que tengo.

 

¡Ah, Inconstancia…

Frívolo carácter que me engaña,

rutina que a mi amor empaña!

¿Por qué alentáis esa arrogancia

que me sitia y tortura,

si ya no tengo más ventura,

sino la que ella me dimana?

 

Hoy descubrí…

¡Que la vida ya no es vida

si no la vivo para ti!