Cuando venga a buscarte tu príncipe azul, quisiera estar presente, ha de saber algunas cosas sobre tí.

Es importante que sepa por ejemplo que te ha de subir con cuidado a la grupa de su corcel, como el mar sube las olas a la orilla, y que una vez montada en él no te permita abrir los ojos, pues tienes miedo a las alturas más ínfimas. Es esencial que sepa también, que allí donde te lleve es innegociable que haya mar, por nada del mundo debería perderse el espectaculo de seguir el recorrido de una de sus gotas por tu espalda.
He de explicarle que cuando lees te juegan las historias en los ojos y pareciera que todos los personajes se enamoran de tí.
Que por las noches cuando te estiras sobre el cesped del jardín, a contemplar la luna, se diría que es ella quien te contempla a tí. Que no te gusta que te toquen el pelo si no es para hacerte el amor, que los besos te gustan crecientes, que conjuntas tu ropa y el día a la perfección, que no entiedes el amor programado y que tienes la creencia que el hombre ama como baila y quiere como habla.
Que te gusta el café recién hecho y con azúcar moreno, que odias que te despierten, que cuando te enfadas, más vale correr a esconderse debajo del mundo. Que los domingos, sobretodo los de invierno, te gusta tumbarte en el sofá, abrazarte a un cojín hasta matarlo por asfixia y ponerte películas que te hagan llorar, dices que lo llorado en el sofá, ya no lo lloras por un hombre.
Ha de saber tu príncipe azul, que los lunes no ha de hablarte hasta pasadas las doce por lo menos, que no te gusta que te regalen flores, te da pena que las arranquen, que si te mira a los ojos será imposible huir jamás de tu mirada. Que te ha de hacer sentir mujer tanto en la cama como en la vida y que no necesitas protección, solo abrazos que te aislen del mundo.
Es esencial que sepa también que ha de saber esperarte, el reloj se inventó para anunciar el tiempo que tardas en arreglarte, que no ha de gritar jamás ni interrumpir cuando hables, que te ha de aprender a amar, como se aprende un lenguaje, poco a poco, letra a letra, detalle a detalle.
Cuando venga tu principe azul, me gustaría estar presente, he de contarle tantas cosas de tí que desconoce, tantas y tantas cosas que ni siquiera tú sabes.
No por entrometerme, ni por molestarle, es tan solo ese miedo atroz, ese terror irrefrenable, a que una vez se te lleve, no sepa cuidarte.