Yo dormía un plácido sueño de años en el rincón más silencioso de la biblioteca. Mis páginas, amarillentas por el paso del tiempo, guardan una historia fantástica. No me considero un libro importante como esos otros que están en la estantería principal y que hablan de Historia,  Arte o Ciencias,  ya sabéis, de Grandes Temas de la Humanidad. Yo solo cuento una pequeña historia de amor, eso sí, fantástica.

Estaba durmiendo y sentí, de pronto, cómo unas manos suaves me arrancaban de mi sueño y volteaban cada una de mis páginas delicadamente. Enmarcados en su rostro juvenil, unos ojos azules recorrían rápidamente cada renglón de las hojas  y los ví sonreír. Me cerró suavemente y advertí que me transportaban. Hacía mucho que no tenía aquella mágica sensación. ¿A dónde me llevaría?

Salimos a la calle, lo supe porque una ligera brisa se colaba entre mis tapas haciéndome cosquillas y llevándose con ella el polvillo acumulado durante años. Me imaginé un montón de sitios a los que podríamos ir recordando tiempos pasados en que fui un libro de moda y en los que nunca estaba ocioso… Un jardín, la playa, la hierba del prado, un sillón en el rincón más tranquilo de la casa, la sombra de un árbol… y entonces cambió la luz. Ya no estábamos en la calle, habíamos entrado en algún lugar donde la claridad se desvaneció. Volví a sentir aquella sensación que tanto me gustaba: el paso de unas manos a otras.  Cambié de las suaves que me portaban a otras más ásperas, rugosas… como de mucha más edad y comprobé que estaba en lo cierto al percibir unos ojos cansados posarse sobre mis páginas. También eran de un precioso color azul pero, el rostro que se inclinaba sobre las hojas, no tenía la frescura de la juventud sino las arrugas que da la vida, la experiencia y las sonrisas como la que ahora asomaba en sus pupilas. Hasta creí ver alguna lágrima resbalando por su piel ajada.

—Ya te dije que te lo traería, abuela —escuché que decía una voz cantarina— me costó un poco encontrarlo pero miré donde tu me dijiste y allí se encontraba. Parece que hace mucho que nadie lo ha leído porque tenía bastante polvo cuando lo cogí.

— Estaba segura de que lo conseguirías —escuché que contestaban y algo dentro de mí se sobresaltó, como si hubiese reconocido una voz querida y que creía olvidada—. Yo misma lo coloqué allí con la intención de ir a recogerlo pero después, fue pasando el tiempo y lo olvidé aunque  ahora, gracias a ti, podré disfrutar otra vez de su lectura. ¡Es tan bonito!

Y entonces recordé… Recordé aquel lejano día en que yo, recién salido de la imprenta, noté como unas manos suaves y unos ojos azules hojearon por primera vez mis páginas y luego otra, y otra y muchas más… Creo yo que empapándose de  letras, disfrutando la historia que cuentan. Mi pequeña historia de amor fantástica.

30.5.06