El terreno de la justa presentaba un aspecto formidable. El estrado donde se colocarían el rey, los nobles que le acompañaban y las damas de los caballeros participantes, estaba cubierto con un gran paño encarnado rematado por una cenefa dorada. Los portaestandartes lucían vistosos trajes y la gente del pueblo llano esperaba impaciente el espectáculo que se prometía interesante.

 

Los caballeros comenzaron su desfile por la explanada. Lucían armaduras brillantes pulidas por sus escuderos mientras ellos cumplian la vigilia nocturna preceptiva a la participación en la guerra o en cualquier torneo.

Los mozos sujetaban con firmeza las bridas de los caballos guiándoles hacia el sitio asignado mediante sorteo, por el  juez de la contienda a cada participante.

 

Los espectadores recibieron con aplausos o abucheos a los contendientes, según eran de su bando o del contrario. El escándalo aumentó de volumen cuando apareció el caballero Ataúlfo por un lado y por el otro, su contrincante Rodolfo. Ambos eran esperados con gran expectación pues el primero había solicitado la revancha ante la derrota sufrida frente al segundo en la anterior escaramuza. Eran enemigos recalcitrantes pues pretendían a la misma dama por igual además de   su patrimonio cuando la desposaran y ella estaba indecisa entre ambos.

 

El espectáculo se inició con  el enfrentamiento  entre los primeros participantes. El ruido era infernal. Los vítores y abucheos se mezclaban al sonido de los cascos de los caballos, el chocar de las lanzas y la caída de uno o ambos caballeros al suelo con el consiguiente crujir de la armadura que les dejaba espatarrados sin poder moverse. Los relinchos terribles de las monturas hendían el aire y de sus  heridas  abiertas  en el cuello  o el vientre salía la  sangre a borbotones dejando al animal incapacitado o muerto al instante.

 

No pude soportar por más tiempo aquella cruel contienda y tocando el brazo de mi compañero que lo contemplaba ensimismado, dije:

_ Es increíble que los hombres se peleen a muerte por una mujer y su patrimonio. En caso de tener que hacerlo, yo mataría por conseguir una exclusiva del rey Arturo o el mago Merlín.

 

Volteó la cabeza hacia mí sin soltar los prismáticos que sostenía en sus manos:

 

_¿Qué matarías por qué…..?

 

Debió de verme enorme, pues los bajó inmediatamente con cara de susto.

 

Se lo repetí y enarcando las cejas se encogió de hombros.

Habíamos viajado a la Edad Media para realizar un reportaje de las Justas y allí estábamos agazapados tras un muro donde los matorrales nos protegían de ser vistos por la multitud.

 

Entonces, desde el lugar donde se estaba celebrando el torneo, todas las cabezas se volvieron hacia nosotros como movidas por un resorte.

Después de un momento de indecisión alguien gritó:

_¡A por ellos…!

Los caballeros sobre sus monturas iniciaron el ataque blandiendo sus espadas. Les seguían los aldeanos con toda clase de instrumentos agrícolas o de uso doméstico: palos, horquillas, cuchillos, hoces. Las mujeres con los niños a horcajadas, las damas sujetándose los miriñaques y los nobles junto al rey que era llevado en andas entre cuatro mocetones a causa de su avanzada edad.

Habían abandonado el torneo y corrían amenazadoramente hacia las piedras y ramas que nos había mantenido ocultos hasta ese momento.

 

_ ¿Qué pasa….nos ha descubierto….? _ pregunté a Paul sin esperar contestación, pues corría como alma que lleva el diablo hacia nuestro  vehículo aparcado unos metros más allá.

 

Sujeté mi cámara de fotos firmemente para no perderla y le seguí. Nos subimos a la máquina del tiempo no sin antes hacer una última foto a la multitud. El sol me dio de lleno en los ojos y entonces comprendí qué nos había delatado.

 

Como la fecha ya estaba ajustada desaparecimos en un periquete dejando tras nosotros una luz fantasmal que debió aumentar el susto de aquellas gentes humildes.

Cuando llegamos al siglo XXI y aún confuso por el incidente Paul preguntó:

_¿Sabes por qué nos perseguían esos energúmenos…?

_Por un flash…

_ Pero si no lo utilizamos

_ No, no fue el flash de la máquina de fotos sino el reflejo del sol en tu prismáticos cuando te moviste hacia mi. Quizá pensaron que era cosa de brujería las luces que se movían entre el follaje.

_Pues vaya….