Alguien descubrirá quién es la pequeña en verdad y quién es la mayor. La grande nunca se había caracterizado por ser una niña charlatana ni habladora, pero sí era una niña preciosa ,de ojos grandes redondos y oscuros, casi negros, siempre mirando al frente como si tuviera un interrogante abierto delante de ella. Quería saberlo todo, tenía curiosidad por todo. Era una niña despierta con gran imaginación. Se ,preguntaba por qué las hormigas forman una fila, por qué se meten en un agujero qué forma un volcán, por qué no sé pelean al entrar para entregar su comida con las que salen del agujero, por qué no se metían en ese agujero otros bichos, por qué cuando llueve tapan el agujero y como sabían que iba a llover. Esas eran algunas de las preguntas que se hacía ante tanto interrogante. Son muchas las preguntas y a todas presta atención desmedida con sus ojos casi negros que están siempre atentos y en guardia para conocer y saber todo. Le gustaba perseguir las palomas pateando la calle, y observar como picotean el pan y preguntar porqué ellas si pelean por coger el trozo más grande. Le gustaba mirar, ver, preguntar. No le importaba estar sola. Desde muy pequeña encuentra momentos para buscarse, para analizar cualquier aparato, ya puede ser un reloj, unos geranios preciosos, que ella, en todos los casos, seguro que los desarma para saber. Necesita verlo todo y comprender todo. Aunque la grande es curiosa de por sí, la gusta investigar y esto, algunas veces tiene efectos, y a veces se asusta y ciertas cosas le dan miedo. Cosas sencillas que sin embargo tienen poder sobre ella…y por ello tiene fama de llorona, pero también de risa contagiosa, que esconde alguna travesura que pronto acude a contar a su hermana. Su hermana es mayor que ella, sin embargo es más pequeña que ella. Pero aunque ella es más grande que su hermana, es a ella a la que llaman pequeña y ella no entiende porqué la llaman pequeña, cuando en realidad es su hermana mayor la qué sí es pequeña.
La pequeña es su hermana mayor. Cuando tiene miedo o la regañan, la más pequeña consuela y rodea con sus brazos a la grande, que en realidad es la pequeña.
“La puerta se cerró detrás de ella. Se quedó sentada en el escalón, al lado de su hermana. Su hermana era todo cuanto conocía, cuánto quería y cuánto le divertía, a veces por que otras veces, la enfurruñaba que se enfurruñara.
– Jo! ¿lo ves? Siempre pasa igual. Es que eres tonta.
– Si es verdad. Siempre.
– Si siempre, sí, por tu culpa.
– Sí, ya te lo he dicho yo.
– Como… de eso nada …eso te lo he dicho yo y eres una copiona. No repitas lo que yo. Ves? Ya nos han vuelto a castigar – dijo la pequeña, la grande en realidad con un gesto malhumorado.
– Sí claro, eres una chulita sabelotodo.
– Pues más que tú. ¿A quién se lo vas a decir? Venga, llama á mama .
– Y deja de gritar, verás como nos van a oír y al final se van a enfadar y nos volverán a regañar.
La luz de la escalera se apagó y solo se veían los pilotos de las llaves de luz. Estabán demasiado altas para poderlas encender dos niñas de 8 y 6 años y se quedaron a oscuras. Las dos niñas se abrazaron.
– ¿Tú ya sabes lo que pasará?
-Pues sí y no podemos hacer nada hasta que llegue papá.
Se hizo el silencio entre las dos niñas. Sentadas con la cabeza entre las piernas, la pequeña le dice a la grande
– Hermanita ya no quiero estar aquí. No me gusta y me da miedo que salga la señora de las tijeras.
– Bueno pues no podemos hacer nada así que mejor que nos callemos.
A ella tampoco le gustaba pero era mejor esperar hasta que les entre la pena, pensaba, ahora se va a poner a llorar.
Oyeron el ascensor y todo se quedó detenido. Rápidamente se escondieron en el hueco de la puerta. Estaban a oscuras. El ruido del ascensor parecía un monstruo y la luz imaginaban que era fuego y que iba a saltar sobre ellas, a medida que se iba iluminando la escalera . La pequeña se levantó para ir junto a su hermana, pero no se acordó que tenía el plato de judías verdes sobre el pantalón del pijama.
– ¡Ya estamos!, pero ¿porqué te pones a llorar, aquí no hay nada, no podemos hacer nada y siempre te pones a llorar cuando no se puede hacer nada.
Verás que te va a decir mamá cuando llegue y te vea y con los pantalones manchados y las braguitas sucias. Por alguna razón desconocida la pequeña siempre estaba sucia y destartalada y la pequeña, que era en realidad la grande siempre como un pincel. El comentario se extendía a todas partes del cuerpo, el pelo, las manos y los leotardos no se sabía por qué pero era así. El ascensor se había parado en el sexto piso, se oyeron unos pasos y después otros más pequeños, algo se estrelló contra el suelo, muy, muy pesado, cayéndose por las escaleras rodando, parando justo en el escalón en que se encontraban las niñas acurrucadas. Alguien empezó a llorar y cada vez lloraba más fuerte y oyeron el ruido de puertas, de pasos, de llantos, hasta que de nuevo todo queda en silencio. Las niñas están muy asustadas. La grande pasa el brazo por el hombro de su hermana. No se oye ni se ve a nadie. Un niño empieza a llorar. Es el niño de antes. La luz del ascensor parpadea de piso en piso y se quedan quietas. Las pisadas de alguien empiezan a resonar por la escalera. El sonido viene de lejos pero sólo al principio. Se había parado. Las pequeñas no se atrevían a salir. Siguieron escuchando. Ahora se escucha el sonido de nuevo. Plas, plas, plas, plas, plas. Resuena cada vez más fuerte el sonido. Plas plas plas. El silencio. Nada. El ruido se ha parado. Una figura de negro con sombrero oscuro, muy alta estaba delante de ellas.
– Señor, señor, no nos van a coger, ¿verdad?, no nos lleve. ¿Dónde nos va a llevar? Mi mamá dice que no tenemos que hablar con nadie que no conozcamos.
-Cállate pequeña.
La figura se movió levemente. Dejó la cartera en el suelo. Qué estáis haciendo en la escalera.? ¿Jugando a subir y bajar en el ascensor? Sabéis perfectamente que no se juega en la escalera. Os lo tengo dicho mil veces. Se quitaron la palabra y saltaban a su alrededor.
-Es papá, es papá…viva!
El padre cogió en sus brazos a la pequeña, que era la grande. La grande dijo
Papá ¡eres tú!,, yo también quiero que me cojas papá.
-Viva, viva, viva, es papá, lo ves ya te lo dije que vendría.
-ya te lo he dicho yo, te lo he dicho yo antes que tú.
Sonaron las llaves. Abrió la puerta.
– ¿Qué hacen aquí estas niñas?¿Qué es lo que ha pasado? ahora no quiero hablar más Luli. Cogen frío en pijama en la escalera. Anda qué ya está bien.
– ¡Anda, derechas a la cama !.
– ¡Pero mamá …!
– ¡A la cama!. ¿Pensáis que podéis salir y hacer lo que quereis y molestar a los vecinos? ¡Ya veremos mañana qué me dice el presidente!.
– ¡Pero mamá, mamá!.
– Ni una sola palabra más. Harta estoy de repetiros que no se juega en la escalera
– Pero mamá si no hemos…..
– Ni mamá ni papá. A dormir.
– Mamá …mamá – dijo la pequeña con gesto pícaro.
– ¿Qué quieres?
– Mamá, ¿sabes qué?
– Dime.
La grande, es decir, la pequeña, mi hermana del alma puso su gesto favorito a nuestra madre, para decirle…
– Que sepas que no nos hemos comido las judías verdes.