La capacidad de concentrarse y la de no distraerse, he leído que no son la misma cosa. Yo pensaba que sí, que si no te distraes te puedes concentrar y que si no te puedes concentrar te distraes. Pues yo he leído que no es así. No me fio mucho de toda la ciencia de divulgación que pulula por internet, que normalmente no vale un pimiento. Cualquier boludo con un blog, como diría un argentino, copia, la copia, de la copia, de la copia, de un estudio, y en cada una de estas fases de transcripción, como es lógico el rigor no puede aumentar, solo salir más y más perjudicado cada vez. Es como ese juego del telegrama que al final no se entiende nada, al que juegan todos los niños y los comerciales. Los niños gratis; los comerciales, porque cobran los consultores miles de euros previo comisionamiento al director que los contrata. “Hoy vamos a hablar de la comunicación”. Que uno se salga del aula y el otro diga…  Y los comerciales se hacen el harakiri de inmediato, así sentados como estaban. ¿Otra vez a perder el tiempo con chorradas? -se dicen. Da igual. Todos dirán al acabar el cursillo que la charla les va a venir de maravilla. Decir otra cosa estaría mal visto.

Pero bueno, me he ido del tema: me he distraído. Yo quería hablar de la concentración y de la distracción. Que parece ser que NO son las dos caras de la misma moneda. Yo tengo un enorme poder de concentración. Extraordinario. Si me interesa lo que estoy haciendo ya puede caer una bomba a mi lado que yo ni me entero. Sin embargo, según el boludo que tiene un blog al que he leído antes, con los años la tendencia a la distracción aumenta, al margen de la evolución de la capacidad de concentración. Y yo que también soy boludo perdido y hasta tengo varios blogs… ¿Qué voy a hacer? Pues repetirlo a mi manera y estropear más las conclusiones del estudio, si lo hubo, sobre este tema tan mollar.

¿Y todo este rollo para qué? Como diría Gila: ¡Y yo qué sé! No me acuerdo, me he distraído o desconcentrado, vaya usted a saber, si sabe por dónde, y no se distrae. “Que m´he liao”, como se dice ahora. Me distraigo.

La palabra distraer proviene del latín, que es de donde debe venir una palabra seria. El prefijo dis- di- ya lo conocemos todos, implica separación. Por ejemplo: diseminar, discutir, disgregar, distorsionar, disonante, discernir, diseccionar, discapacitar, distinto… Así podemos seguir hasta mañana. Quizá el español tenga más de 2.500 palabras que empiezan por dis-. O quizá no. Da igual. A mi me parece que es un prefijo estupendo. Hay un montón de palabras que me gustan que empiezan así, separando las cosas con dis-. Solo me da miedo el divorcio.

Y traer viene de trahere, que es arrastrar en latín. Una distracción te arrastra de otras cosas, separándote, aunque tú no quieras, de realidades o de objetivos. Las distracciones nos apartan de lo importante. Si no, no serían distracciones, sino cambios foco de interés. En el uso popular de la palabra una distracción y un entretenimiento pueden ser lo mismo: “niño, pinta un dibujito y así te distraes un rato”. Eso nos lleva a la idea de que hay distracciones voluntarias e involuntarias. ¿Si son voluntarias nos distraen de lo importante? Si son voluntarias podrían distraernos de algo tan importante como la soledad o el aburrimiento o el dolor. Hay mucho que aprender de estas tres cosas… Son importantes. Quien no les ha dedicado algún rato, se convierte en una cabeza medio vacía. Más contenta, eso sí… ¡Pero, bah! ¡Vacía!

Los americanos llaman al show bussiness también la industria del entertainment, como bien sabes: el entretenimiento. Pero ahora que estamos en la época de internet, y que con el COVID19 alcanza un estado apoteósico, la industria se debería llamar, no del entretenimiento, sino de la distracción. Internet nos distrae, en la  mejor y en la peor de las acepciones. Nos arrastra, nos arranca de la realidad y hasta de nuestros principales intereses. Y el estado, el poder, no nos protege, sino que aspira a utilizarlo. Nos trata como a niños respecto a muchas cosas que nos prohíbe. Sin embargo, nos trata como adultos cuando podemos perder nuestra vida con las ludopatías en general, y en particular con esta nueva adicción compulsiva a consumir memes y memeces por internet, así como a transmitirlas a terceros. En vez de asistir a una asociación local de toxicómanos anónimos, pertenecemos a una gran masa global de adictos con seudónimo.

¿Qué es lo importante? ¿De qué no debo distraerme? ¿De quiénes no deberíamos distraernos? ¿Con quiénes no deberíamos distraernos? El tema tiene su miga.

No quiero perder de vista lo vitales que son algunas cosas. Y algunas personas, más. Y yo me lo estoy temiendo. Voy a pasar del estado de inmadurez al de senectud sin solución de continuidad. Antes me distraía porque era un inmaduro. Esto es cuando las mujeres dicen de alguien eso de “es que ése es un crío”. ¿Me estaré distrayendo ahora también por la erosión causada por los años, según el estudio que mencionaba aquel boludo en su blog? No lo sé. Pienso que nunca fui muy crío. Y ahora me siento más joven que cuando era más joven, si cabe. Sin embargo, me distraigo. Me confundo. Me pierdo. Te pierdo.

Te pierdo.

Te pierdo, y no quiero. Querría distraerme contigo y no distraerme de ti. Que nadie me arrastre lejos de mi realidad, que eres tú.