Buscando y escudriñando entre los terrenos del gélido paisaje, la compañía gastó una fortuna para propiciar una sarta de pinchazos al suelo para verificar la presencia de gas.
– ¡El hielo estorba, maldita sean los remanentes de la era glacial! ¡Quitémoslo de una vez por todas! -dijo el director Magallanes, líder de la empresa portuguesa “Concha amarela com fundo vermelho”.
Un delegado le advirtió al gobierno local que los combustibles de las empresas rivales estaban adulterados. Con falsos artículos científicos y opiniones de expertos inexistentes, convenció al presidente de ordenar la quema masiva de gas y petróleo profano para salvar al país.
– ¡Los motores de nuestros coches!, ¿es que no piensan en los graves daños que pueden provocar a nuestra sociedad? -escribía el presidente, furioso, a cada una de las empresas que habían sido acusadas del delito.
Aquello no era más que un plan con el fin de sabotear a las corporaciones rivales. Estas medidas llevaron a una crisis energética por la ausencia de gases, sin embargo, el calor que liberó la combustión de dichos insumos permitió que el hielo perpetuo se derritiera.
Ante ello, “Concha amarela com fundo vermelho” era la única empresa en pie. Con el apoyo del gobierno obtuvo grandes cantidades de gas que vendió, como bien lo enseña el capitalismo, a un precio altísimo.
– ¡Al derretir el permafrost han liberado al ambiente miles de especies de bacterias ancestrales desconocidas de todos los animales muertos en la edad de hielo! ¡Ahora nadan entre nuestras aguas, esto causará una gran pandemia y miles de muertes! -dijo un científico alarmado.
-Eso déjeselos a los médicos. ¡Los empresarios y el gobierno nos salvaron de una crisis económica!, ¿Acaso hay algo más importante que eso? –