El edificio de dos niveles tomaba casi una cuadra completa. Tenía las ventanas selladas por dentro, sólo las de las habitaciones lucían semiabiertas para evitar el mal olor que deja la humedad. Por las noches, casi todas, la luna creciente tomaba la forma de una finísima tajada de luz que bajaba por encima de los cadavéricos árboles que rodeaban al edificio hasta llegar al parque, regándose por el cristalino río que colinda con la desolada zona oscura. En el interior del edificio se oyeron gritos desgarradores… sin duda, algo salió mal durante la invocación…