Igual que cuando viene un visitante
guardamos los libros deteriorados,
y tiramos los diarios atrasados
que se han ido quedando en un estante;

igual que si esperamos invitados
procuramos que no estén por delante
el horrible jarrón, la vacilante
silla, el adorno fiel pero cascado,

e intentamos mostrarles las hermosas
cosas que en más o en menos poseemos,
y escondemos en un cuarto cerrado

otras rotas y viejas, al amado
lector damos lo bueno que tenemos,
aunque tenemos muchas otras cosas.