En mi paseo diario me adentro en el jardín. Sus magníficos árboles de hoja caduca lucen los colores del otoño: rojos, ocres, marrones…. en una comunión perfecta con el verde de las coníferas y otros arbustos de hoja perenne. Los parterres exuberantes en flor: pensamientos rosáceos, malvas, azules; ciclámenes fucsias; lavandas; margaritas amarillas; crisantemos blancos….. Una explosión de colores y aromas dulces, suaves, que adormecen los sentidos mientras las hojas secas crujen bajo mis pies.

Busco mi rincón favorito: la cascada. El sonido del agua al caer libre desde la roca me atrae como un imán. El olor fresco del agua llena mis fosas nasales. El césped que rodea el pequeño lago está recién cortado. Su aroma impregna el ambiente y se escucha el silencio. Me siento frente a ella para contemplar el etéreo arco-iris que forman las minúsculas gotas de agua….el río que corre a mis pies… Los trinos de los pájaros y el sonido leve de  hojas que mueve la brisa calman mi alma.

Me tumbo  sobre la hierba para ver el cielo. Está completamente azul.  El sol otoñal calienta suavemente mi cuerpo.

Cierro los ojos. La luz gira a mi alrededor, me envuelve en su torbellino. Soy luz…. Amarilla.. Blanca… Violeta… Todos los colores del Arco Iris  me rodean estallando en mi mente como un abanico de diamantes.

Y me siento transportada por ese halo de colores a un lugar mágico donde todo es posible… la Amistad… la Alegría…. la Paz…. la Concordia….

A un lugar mágico llamado Amor donde la Soledad, el Odio, la Guerra…. no existe.