Se acercó tímidamente a ella, convencida de que tanta gente en la habitación le molestaba y comprendió que debía ser tolerante. Sonreía forzosamente a medida que iba descubriendo aquellos rostros en sus ojos cansados; caras conocidas, si, algunas muy familiares, otras, de referencias cercanas y otras tan lejanas. Todas se le revelaron antojosamente repulsivas, desdibujando repetidas muecas, las mismas que detestó desde la niñez… Los minutos van pasando lentamente, el viejo reloj en la pared del fondo parece no querer seguir marcando el tiempo, el olor a flores le incomoda y ordena sacarlas al patio. La presencia del viejo cura le anuncia que se acerca la hora; quiere huir, salir de esa casa, convertida en funeraria. Repentinamente todo se vuelve oscuridad y letanías, se inicia la procesión al camposanto… Tarde, en medio de la fría noche, bajo un concierto de grillos trasnochados entendió que la abuela partió sin equipaje y se llevó todas sus complicidades, dejándola desvalida en medio de la nada.