ELSA Y SU DESTINO

En ocasiones emergía de su interior un sentimiento muy fuerte. Era tan claro como el agua de un río, transparente. Vestía de azul cielo o del color de mar cuando adoptaba el velo de plata.
Su semblante era alegre. Había conocido muchas aventuras, desde que era pequeña, hacía más de cien años. Todas las criaturas como Elsa viven mucho tiempo en aparente juventud. Cuando mueren se funden con la naturaleza y pasan a ser brisa del mar, aire fresco; destellos de luz, un susurro; un despertar feliz, un recuerdo agradable.
Elsa olvidó muchas cosas que le habían enseñado. Hizo algo que estaba prohibido. Se enamoró de un humano que estaba comprometido.
La reina del amor la castigo “vivirás experiencias negativas y sufrirás como lo hace quien no conoce el amor. Aprenderás a conocerte, también te cansaras de ti misma”.
Elsa conoció el sabor salado de las lágrimas. No conseguía expresar la desdicha tan grande que sentía. Deseaba volver a un estado anterior. Se había arrepentido por dañar el corazón de los humanos.
Una mañana, Elsa se encontraba apoyada en una roca junto al mar, cerca había un jardín de rosas. Una anciana de pelo blanco se acercó y la miró en silencio. Al ver el brillo de sus ojos comprendió el mensaje y la mujer le entregó una piedra tallada. Estaba escrita “Bienaventurados los que sienten añoranza del amor porque volverán a sentirlo” Elsa le regaló una rosa blanca y la mujer desapareció al tocar la flor. En sus manos tenía aquella piedra negra escrita en blanco. Conforme iban pasando las horas, al atardecer, cuando el sol dibujó una estela de colores con las nubes del cielo, empezó a sentir que su interior se estremecía. Creyó que volverían a brotar las lágrimas. Pero no brotaron. En su lugar apareció, en su mente, la imagen de un rostro que la miraba. Le pareció ver que aquellos labios, en forma de pétalos rosas de rosa, le sonreían. El verde más intenso de sus ojos la cautivó. Observó, otra vez, aquella sonrisa y se emocionó. Imaginó que la estaba mirando su destino. Mientras observaba aquel rostro feliz, comenzó a sentir que su mirada la penetraba ¡Cómo realizado por extrusión! Lo sentía tan fuerte que tuvo que sentarse en la arena y con la piedra en la palma de su mano, la llevó a sus labios y la besó.

(SANDY TORRES [SEPTIEMBRE DE 2014])