No se le ocurrió mirar por la mirilla, pues era la tercera vez que algunos niños del barrio, llamaban a la puerta esa noche. Cogió la cesta que tenía preparada llena de caramelos y se dispuso a abrir imaginándose la pregunta ¿truco o trato?
Un empujón le pilló de sorpresa a la vez que notó cómo, lo que le parecieron dos duendes, entraban corriendo, sin darle tiempo a ver bien a su agresor.
Enseguida los pinchazos fríos se sucedieron en su estómago…cinco, seis, siete. Su agresor, disfrazado de muerte salió corriendo escaleras abajo. Ella cayó al suelo retorciéndose en una debilidad húmeda. Ni siquiera pensó en gritar; muda, con la boca abierta se preguntaba quién podría querer hacerle algo así.
Los ruidos desde el salón delataban un desvalijamiento de la casa.
Se arrastró como pudo hasta la puerta del vecino, llenando de sangre pared y timbre, logró mantenerse unos segundos en pie y llamar; un nuevo empujón esta vez en los glúteos, la echó a rodar escaleras abajo con sus caramelos y culebritas de goma.
Todo lo vio desde la mirilla la señora Paquita. Pero según explicó a la policía, ella estaba cerrada con llave. Y aunque parezca extraño, a sus 89 años, nunca ha tenido teléfono.
Continuando la fiesta de halloween, los niños vestidos de espanto, seguían su ruta atesorando chucherías, gritando y riendo. Un grupo de ellos fue quien encontró a Nadia tirada entre un charco de sangre, en el rellano de la escalera del número 35. A gritos, corrieron despavoridos. Las visitas aumentaron al lugar de los hechos. Pese a todo, la vecindad tardó más de media hora en descubrir que no era ninguna broma.
La buena noticia es que Nadia hoy ha despertado del coma.