El mundo entero ha quedado en silencio al abrir la caja de música. Notas que dominan por entero mis sentimientos, melodías que despiertan mi memoria, y la hacen viajar a través del tiempo. Cortinas de terciopelo rojo rozando mi rostro cuando miro por la ventana, gotas de agua deslizándose por el cristal, como el presente que ante mí desaparece, e imágenes del pasado cobran vida mientras contemplo el seco espacio que un día fue un bello jardín de rosas. Dejo caer mi cuerpo moribundo sobre el sillón, sosteniendo entre mis frías manos la caja de música. Mi cabeza reposando sobre la cálida tela del sillón, la bailarina de la caja girando sin parar…

Hubo un tiempo que fui inmensamente feliz, las imágenes están claras en mi mente… Mi madre está regando el jardín de rosas, se vuelve al oír mis pasos y me sonríe. Ella se acerca a mí, sus manos acarician mi cabello, me besa, me abraza, me dice cuanto me ama. Mi padre está construyendo con madera un invernadero para las plantas, me he acercado para llevarle un vaso de agua fresca. Después de beber unos sorbos coloca su mano izquierda sobre mi hombro y me dice: “Hijo, la vida puede ser bella si tú quieres”. Mis hermanos están corriendo descalzos sobre el césped, sin preocupaciones, sin ninguna tristeza acechando. Luego todos nos reunimos alrededor de la la mesa, nos damos de la mano y damos gracias a Dios.

Ahora las notas de la caja de música me hacen viajar treinta años hacia el futuro, mientras la bailarina sigue girando… Mi esposa acaba de sacar del horno un bizcocho de limón, cuando me ve entrar en la cocina se lanza a mis labios, dejando en ellos su sabor de hierbabuena. Mis hijos están pintando con lápices de colores, y después me enseñan sus dibujos creyendo que son obras maestras. Les leo unos cuentos y les enseño a sumar cantando. Coloco mis manos sobre sus cabecitas, y les digo cariñosamente: “Hijos, la vida puede ser bella si vosotros queréis”.

La caja de música ha dejado de sonar, la bailarina ya no gira, tan sólo ha quedado en mí un enorme vacío. He vivido una larga vida, y he sufrido muchas desgracias. Hubo un tiempo que fui inmensamente feliz, pero ahora estoy completamente solo. Todos ellos desde el cielo seguro que pueden oír mis lamentos. Me levanto del sillón y me acerco de nuevo a la ventana, continúa lloviendo, y el cielo se ha encapotado, se ha cubierto de nubes negras y tormentosas. Tras de mí oigo pisadas muy suaves, y una manita agarra tiernamente mi mano. Me vuelvo y es Ángela, mi nieta de cinco años. La tomo entre mis brazos, y aunque he querido disimularlo ha visto mis lágrimas. Con su voz dulce y angelical me ha dicho muy suavemente al oído: “Abuelito, la vida puede ser bella si tú quieres”. La dejo de nuevo sobre el suelo y ella sale corriendo hacia la caja de música, le da cuerda y vuelve a sonar, pero esta vez sus notas me traen de nuevo al presente, a sumergirme en los inocentes y transparentes ojos de Ángela.

Descuelgo el teléfono y marco el número de la floristería… “Por favor, envíenme cuanto antes un saco de semillas de rosas”.