Abrió los ojos, solo la oscuridad le acompañaba. Sus pupilas se adaptaron y a los segundos percibió una luz extremadamente débil que se colaba por una fisura lateral que demarcaba una línea delgada, casi que perfecta. Respiró hondo, un aroma que nunca antes había sentido le inundó los pulmones. Quiso moverse, pero sus extremidades estaban inmovilizadas. Trató de incorporarse, más un fuerte tirón en el cuello se lo impidió. Intentó hablar, sin embargo sus labios no se despegaban. Entonces su mente viajó hacia ese último recuerdo en el que su mundo murió, ese instante en que se desmoronó en el suelo luego de probar ese champán que de sorpresa había encontrado en su habitación. Entendió todo y concibió su nueva y mortal realidad. No cayó en la desesperación, no habría razón. Al fin, ella lo había encontrado; después de tantos años y de tanto daño, consumaba su venganza. No sintió arrepentimiento, quiso sonreír al escuchar caer las primeras paladas que sellarían su última morada.