Mentirosa!.- había dicho él, con las palabras llenas de rabia y el corazón endurecido.

Ella tardó unas horas en aceptar que él ya no quería volver a verla. Lloró toda la noche, y aún cuando el sol despertaba a los que aún dormían, su rostro hinchado y su mirada salada eran incapaces de sentir el calor de aquella mañana de verano. Salió a la calle en busca de soledad y encontró las aceras abarrotadas de turistas, las playas saturadas apenas dejaban sitio, para las olas que acababan de llegar. decidió seguir de largo y no detenerse en ningún lugar concreto, solo quería estar sola y escuchar su corazón, porque hasta los latidos le parecían que la habían abandonado. Cuando sus pies comenzaron a dar señales de cansancio, fue entonces cuando comprendió que había caminado mucho tiempo, tanto que el verano había pasado y se encontró con las primeras lluvias, vientos enfurecidos y un aire tan frío que le quemaba la respiración.  Entonces decidió detenerse por fin, después de varios meses. entró en un pueblo donde las farolas esqueléticas iluminaban unas calles desiertas y todas las ventanas bajadas. Atravesó varias calles donde la luna para seguirla tuvo que sortear varios obstáculos y una melodía lejana la fue guiando en el camino.

Una puerta de madera con cristales que mostraban dentro unas cuantas mesas, un tabernero con barba y una gramola encendida fue lo único que encontró con señales de vida, no lo dudó, necesitaba beber. Entró empujando la puerta que cedió al simple contacto con sus manos. El hombre la miró como si siempre la hubiese estado esperando, se apresuró a poner en la barra una jarra de agua con limón, nunca le gusto el agua sola, le producían unas ganas incontrolables de vomitar. Se sentó en el taburete y con las prisas de la sed, bebió un sorbo de la limonada. El camarero sacaba brillo a una copa y la música llegaba a sus oídos, con melodías que ella conocía. Por primera vez giró su vista hacía atrás y vio el sitio en donde se encontraba. Su cama estaba desarmada, la ropa del armario estaba tirada por los suelos y las fotos aquellas que ella misma había pinchado en un tablón de corcho yacían en el suelo formando un mosaico de recuerdos alborotados.

Una estantería llena de libros, sostenía de manera apilada cada ejemplar sin su tapa, miró para todos lados y las encontró sobre una de las mesas, una de las tantas que había repartidas por todo el recinto. se dirigió despacio hacia una de ellas, y encontró miles de besos que caían como figuras gelatinosas al suelo, algunos aun se aferraban en un ultimo intento. Uno de ellos apenas se colgaba de uno de sus labios, lo cogió con delicadeza y lo colocó sobre la mesa. El beso exhausto formo una tímida sonrisa. De aquellas que le resultaron tan conocidas y tan desconocidas a la vez, el sonido del trapo frotando la copa le recordó que el camarero también estaba ahí, se giró rápidamente y encontró la copa en la barra y el trapo a un costado. Se acercó a mirarla, sorprendida por los acontecimientos, la copa tenia una raja, estaba brillante aunque una larga cicatriz recorría su cuerpo. Miró hacia la puerta, la luna sostenía con sus dedos una estrella, restregó sus ojos y volvió a mirar nada había cambiado. El camarero se encontraba ocupando una mesa como un cliente mas, sostenía un libro en sus manos no interrumpió su lectura cuando ella lo llamó varias veces, llegando incluso a gritar. Algo en él le resultaba familiar, pero no atinó a dirigirse donde el hombre se encontraba, permaneció inmóvil intentando encontrar algún sentido a todo aquel caos. volvió a mirar su entorno y pudo ver que las patas que sostenían las mesas estaban quebradas, los cristales de las ventanas que daban al exterior eran cubiertas al completo por miles de gotas que subían y bajaban. Una ventana, otra  y miles de ventanas que no dejaban ver el exterior tuvo ganas de llorar pero no pudo, no tenia lagrimas sus ojos se habían secado, podía sentir el dolor del llanto aquella sensación que ella conocía bien. ¿Cuántas veces había llorado?. Al final decidió coger su bolso que aún estaba en el taburete, se lo colgó a la espalda y se dirigió a la puerta. Esta vez no cedió tuvo que utilizar todas sus fuerzas para poder abrirla, por un momento creyó que no seria capaz. pero después de varios intentos la puerta cedió unos pocos centímetros, los suficientes para que pudiera salir, antes de hacerlo volvió a mirar al camarero este levantó su vista y la miró. Una mezcla de mueca entrelazada con una mirada nostálgica, una mueca que solo ella conocía y sintió por un instante que si atravesaba esa puerta, perdería esa mirada para siempre. Iba a retroceder cuando esa expresión desapareció y el hombre volvió a su lectura. se coló por la abertura y salió. cuando se hubo alejado unos pocos pasos de la entrada, giró su vista y volvió a mirar. fue en ese momento cuando creyó saber donde se encontraba, un letrero rezaba el nombre de la calle, una calle normal una noche de invierno. Algunas luces se apreciaban desde el interior de las viviendas, no había luces cuando entró en la calle por primera vez. El rotulo rezaba, MENTIRA.

Se mantuvo quieta sin saber qué paso dar a continuación, dentro la mirada aquella, la expresión tan suya aquella que tantas veces  la había rescatado del mismo infierno. En el cielo ya no se apreciaba luna tampoco estrellas, tan solo un manto azul extendido , vació y sereno. retiró la bolsa de su espalda y le pareció que estaba mas liviana y al abrirla comprobó que estaba vacía. del otro lado de la calle, casi por casualidad diviso una pequeña imagen, necesitó acercarse unos pasos y pudo ver la niña que estaba sentada en el bordillo. los zapatos de charol negro daban golpecitos sobre el asfalto, un vestido de terciopelo rojo sostenía el dorado de los cabellos, la mirada azul transmitía un mar en calma. Se sorprendió que una niña tan pequeña estuviera en la calle a esas horas, no debería pasar los cinco años. ¿Pero que hora era?, no vio un reloj por ningún lado, ni nada que pudiera indicar algo parecido al tiempo.

-¿Estas sola?.-interrogó con dulzura. la niña le dibujó una delicada sonrisa.

-Siempre estoy sola.

-¿Como te llamas?

-Algunos me dicen olvido, sin embargo nací con otro nombre. Nací cuando las personas decidieron guardar aquellos momentos que no querían olvidar. resulta curioso que recurran a mi, solo cuando no tienen otro sitio a donde ir. En todo momento su voz era calmada, su mirada tranquila. Sin embargo la joven la observaba atónita, abrumada. imaginó que la pequeña estaría jugando algún tipo de juego con ella.

-¿Que haces aquí?.-la pequeña observó a la joven por unos instantes y desvió su vista hacia la taberna antes de contestar.

-He venido a recoger todo lo que has dejado adentro. Al menos claro, que quieras conservarlo, entonces de ser así me podre marchar. ya empiezo a sentir frío.

Tenía razón ella también comenzaba a sentir frío, volvió a mirar la taberna y supo que no abandonaría sus recuerdos. al girarse para despedirse de la niña, el bordillo estaba vació.

Tomó valor y cruzo la calle. A un milímetro de la puerta estiró la mano, la puerta estaba abierta. En la barra la copa permanecía de pie, con la misma herida, el camarero cerró el libro que estaba leyendo y le devolvió aquella mirada, aquel gesto que un día hacía mucho tiempo la había hechizado, y para convertirse en única y solo de ella. comenzó lentamente a recoger el caos, algunos momentos esperaban de pie deseando ser los afortunados que ella depositara dentro de su bolsa, recogió los besos, los poemas, los miles de escritores, la arena y hasta las gotas del cristal. Su mochila parecía no llenarse nunca, en un costado esperaban varias cintas de películas, y otra apartada del resto también la guardó. Una pulsera con un corazón colgando, hasta un Te Amo en una nota, la luna la encontró detrás del cristal ocupando su sitio en el cielo. recogió el bombín lleno de canciones, a un extremo casi pasa desapercibido un puñado de nieve la recogió en un frasco que encontró en el suelo y lo guardo junto al resto de objetos. Cuando por fin supo que no le quedaba nada, buscó al camarero, lo encontró sacando brillo a una copa que le faltaba un trozo el hombre no tenia rostro. Se dirigió a la puerta esta vez estaba abierta de par en par, salió600. La noche era brillante y la placa de la calle había cambiado su nombre, las letras del titulo anterior yacían como huesos abandonados en el asfaltos. ahora la placa rezaba DADVER.