Estrofas cautivas (XXXII)

El viento, desesperado, grita su venganza,
las gotas de lluvia precipitan clavos afilados,
un rayo rasga las nubes que lo atenazan,
respiro el aire de esa guerra, vapuleado.
Alargo mis manos para palpar la esperanza,
e inhalo un aroma metálico, de odio ionizado.
Siento la sangre huida en los duelos desatados
la innecesaria muerte de inocentes olvidados.
Veo, paralizado, la crueldad de tanta matanza
la tristeza que se adueña de mi garganta.
Reniego de quien ajeno, la destrucción manda,
los condeno a revivir todo su eterno infierno,
malditos sean aquellos quienes nos hurtan
al hermano, al padre, a la dicha de verlos.

21febrero2018