Al principio, con Miki, la vida tenía sentido. Todo iba perfecto hasta el día que ambos dimos indicios que indicaron lo contrario. A Miki le gustaba jugar con fuego. Yo mantuve la llama encendida aquel frío otoño. Transitamos los pasillos del invierno, encendidos, calentitos. Llegó la primavera y, me di cuenta que habíamos prendido una llama sin control. Pronto nos faltó combustible. No supe cómo decirle que la situación se estaba enfriando. Llegó el verano y lo miré directamente a la cara. Quise saber qué tal le iba la vida y nuestra relación. Su aroma había cambiado de lavanda a chamusquina. Vi que tenía las pestañas rizadas. De su pelo salía humo. Respondió dubitativo que no podía ver con claridad, pero mantuvo la mirada fija en mí. Yo le había sorprendido tanto que le dejé sin oxigeno. No supo controlar la pasión.

-Todo irá perfecto si apagamos esto -le advertí con convicción- y tendrá sentido -recalqué-. Además, te permitirás olvidar todos los signos de nuestra relación, mejor dicho, de este incendio. Tardarás en sentar la cabeza con alguien. Hasta que haya pasado el tiempo suficiente y el frío te haga añorar otro fuego. Te lo dije al principio ¿Recuerdas? Yo no iba en serio contigo.