El invierno y su crudeza
se llevaron
una parte de mis penas.
. .
El sol entibió los sueños
y derritió las letras,
que como bálsamo
se impregnaron
en el papel de mis días.
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Aguardando la primavera efímera,
la ciudad se cubre de viento.
. .
Los atardeceres del alma
reflejan la música
que en ella habita.
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Y la tarde anochecida
me regresa
al sueño dormido.
. .
Él me oye soñar
abrigada en la luz
que tanto anhelo.
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Respiro destellos
resplandecientes,
blanquecinos,
diáfanos del sol
de este invierno
incansable.