Atraviesa los poros el ungüento
narcótico de la bruja tendida
y llega al prado en cueros y salida,
sobre fálica escoba en movimiento.
Un numeroso cónclave pagano
se junta, comenzando la apertura
a la parte más honda y más oscura
del pantanoso ser del ser humano.
Lujurias sin amor ni parentesco
se ofrecen a la luna complaciente,
que con esperma y sangre crece y crece.
El Gran Cabrón, al cabo, se aparece,
rey de azufre, y bendice horriblemente
el carnaval diabólico y grotesco.