En la cúspide del sentir me encontraba, cuando su mano se acercó con sigilo, deslizando sus dedos suavemente por mi cadera, haciendo que la infantil caricia me provocase cosquillas.

Mi piel enrojecida por culpa de aquellos juegos previos a la lucha amorosa que mantuvieron nuestros cuerpos y en los que todavía no había un ganador, pedía a gritos una tregua de sensaciones, las que iban acumulándose a la vez que dejaban pruebas indiscutibles en estratégicos puntos de la dermis alterada por la excitación.

No era ocasional que mi cuerpo sintiese en aquel primer combate múltiples descargas, gozando de ellas desde la primera a la última sacudida que hacía bullir mi sexo. Sintiendo el latido de mi corazón en semejante sitio. La definición de sublime no alcanza el grado de adjetivo con el que calificar aquel tiempo en que me amó.

Aquellos momentos llenos de erotismo y todo el conjunto de armoniosas y lascivas caricias con las que se iniciaba. Y con las que después para terminar aquel ritual hermoso estimulaba mis sentidos, hasta el punto de que con ellas dejaba expuestos mis deseos carnales.

Adelina GN