Soy incapaz de redactar la historia de mi vida. Quizá te animes a escribir la nuestra. Tú que eres escritor sabes cómo derramar las palabras sobre el papel. Te he visto mojar con tinta las hojas. Yo las mojo de lágrimas. Puedes derramar nuestra vivencia, aquella que compartimos, tal vez, describas una aventura que estaba escrita de principio a fin. Quizá aprenda a redactar mi vida, contar que me hiciste feliz con cada palabra, con todas sus silabas, y, con tu espíritu de escritor, este que guardas dentro de un cuerpo que jamás me cansaría de acariciar. Durante tres meses pasamos horas completas imaginándonos la vida juntos. Olvidamos la realidad alejándonos a una distancia donde nos amábamos. Tus ojos alumbraron mi oscuridad cuando andaba a tientas en una oscura habitación buscando una salida. Confundí tu mirada con dos estrellas perennes que mostrarían la salida de este espacio que es mi soledad. Cansada de ir a tientas con mis manos en la pared decidí esperar en el centro de aquella oscuridad. El aire de aquel sitio era frío, al principio susurrabas profundas palabras, despacio, paciente, lo templaste con el calor de tu aliento. Las mejores frases literarias escritas en aquel muro formaron dibujos pintados de luz. Hicimos el amor. Una noche me percibiste distante, triste. Mis ojos mojaban el suelo de aquella habitación. Posaste tu mano en mi cara, acariciaste mis labios. Apartaste un mechón de mi cara y al girarla mostraste el camino. Habías dibujado la puerta. Me quede en silencio, sentí el roce de tus dedos en mi pecho, un ligero cosquilleo. Sentí el calor de tu cuerpo, tu olor a selva matinal. Noté el revuelo sutil de tu alma. Estabas a punto de volverte materia. Nuestros labios unidos por el deseo. De pronto aquella puerta se abrió. La luz nos llenó de claridad y pude ver de cerca tu rostro tan suave, tan dulce. Quise no soltarme de ti. Quise continuar abrazada hasta el final. De un empujón salí de aquella oscuridad hecha luz. Ahora vuelvo a ver la realidad. Sé que sigues dentro, esperas que vuelva a buscar tu sexo. Yo, deseo compartir contigo otro irrepetible fragmento de nuestra imaginación.